INSTITUTO DE INDOLOGÍA

LOS LUGARES HISTÓRICOS DEL BUDISMO

Juan Luis Salcedo 

 

 

 A diez kilómetros de Benarés, una de las ciudades más sagradas del hinduismo se encuentra  Sarnath, el lugar donde Sidartha Gautama pronunció su primer sermón. Durante la estación de las lluvias, cuando Buda y sus seguidores querían tomarse un respiro y dejar de viajar impartiendo sus enseñanzas, se retiraban a Sarnath.

             Buda tenía solo cinco seguidores cuando empezó a predicar sus enseñanzas pero a partir de este humilde comienzo, la comunidad budista fue creciendo hasta convertirse en una organización grande y poderosa, pronto se hizo necesaria la creación de un amplio código de reglas para controlar todos los aspectos de la vida monástica, que se conoce como el vinaya, y que ha venido regulando las comunidades de monjes, desde los tempos de buda, hasta nuestros días.

          A pesar de la importancia de la organización monástica, el budismo no olvida el hecho de que buda alcanzó el nirvana iniciando su búsqueda en solitario, de modo que todo el que pretenda conseguir llegar a la iluminación, debe empezar a andar el camino solo y buscar dentro de si. Por esto, los grandes maestros del budismo tibetano, antes de llegar a serlo, tienen que pasar largos periodos de retiro en lugares solitarios y cuevas aisladas, en busca de la perfección y la liberación.

          Se tiene constancia de que Sarnath fue una ciudad próspera hasta el siglo VII y un centro de arte y enseñanza budista, erigiéndose más de treinta monasterios. Después fue decayendo, convirtiéndose en un montón de ruinas a excepción de la gran mole de la estupa Dhamekh.

Hasta mediados del siglo XIX, Sarnath permaneció doce siglos prácticamente en el olvido hasta que el director del Servicio Arqueológico Británico lo visitó y comenzaron las excavaciones. Hoy vuelve a ser un importante centro budista y sorprende en un territorio profundamente hindú.

            Un lugar que comparte antigüedad con Sarnath, es el complejo de cuevas de Ajanta, en el estado de Maharastra, en plena meseta del Decán, muy alejado de las estribaciones del Himalaya, pero el interés de este centro arqueológico de primera categoría y perfectamente conservado, proporciona una excelente información sobre los primeros tiempos del budismo que proporcionan sus pinturas.

                 El primer asentamiento de una comunidad budista en Ajanta fue en el siglo II a.C. El conjunto lo componen 28 cuevas excavadas en distintas épocas y perfectamente conservadas.

            En el siglo VII fueron abandonadas, más o menos en la misma época que Sarnath, aún no se sabe el motivo, pero no fueron destruidas por las invasiones musulmanas como ocurrió con otros centros religiosos.

La vegetación y la maleza contribuyeron a ocultarlas hasta que a principios del siglo XIX, la descubrieron fortuitamente unos militares ingleses que andaban de cacería, guiados por sus ayudantes indios.

               A partir de ese momento fue saliendo a la luz un conjunto único de pinturas, que por su antigüedad y la  información que proporcionan, permiten conocer como era la corte y la sociedad de cada época. Los murales describen episodios de la vida de Buda y sus representaciones, así como cuentos e historias de príncipes. Pero no solo hay pinturas, existen esculturas que algunas imitan el arte griego antiguo, legado de Alejandro Magno en su invasión al continente 500 años antes.

      Tanto la visita de Sarnath como de Ajanta, da una idea del budismo antiguo, muy diferente de lo que se puede encontrar en las montañas del Himalaya indio y el Tíbet.

Evidentemente estos dos lugares se deben visitar en otoño o invierno, antes de la primavera para evitar el agobiante calor.

 Sin embargo en esas mismas estaciones casi primaverales, en las estribaciones del Himalaya el tiempo es frío y los valles no se han despojado todavía del invierno.

Se puede viejar a Katmandú en el estado de Nepal.

 Al pie de las estupas de Bodinath y Sayambunath se puede observar a los fieles nepaleses y a los refugiados tibetanos practicar una religión profunda, en un entorno tranquilo y sereno.

 En los valles que ascienden por la cordillera del Himalaya se encuentran pequeños monasterios, pero existe un  lugar especial, es el monasterio de Tyamboche, en el valle de Khumbu, a los pies del Ama Dablan, la montaña sagrada de los serpas, un lugar en el que confluye toda la espiritualidad de los monasterios budistas y de cualquier posible religión.

 Asomado en un alto collado, rodeado de montañas heladas de seis mil metros que brillan como diamantes, se encuentra el monasterio. En ese lugar único, se siente una paz y sentimientos especiales. Si los monasterios de cualquier religión se construyen en lugares estratégicos de las montañas para estar mas cerca del cielo y de la divinidad, en Tyamboche se aplica esta situación con mayúsculas.

En estos lugares se descubre que en lo más profundo; el budismo continúa siendo una vivencia esencialmente individual, en la que se  entremezclan disciplinas similares a las de las principales religiones: una moralidad sencilla y directa basada en la amorosa bondad hacia todas las formas de vida, diversos medios de disciplina mental como la meditación, y una actitud de devoción cultivada mediante la reverencia a la imagen del fundador de la fe.

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