INSTITUTO DE INDOLOGÍA

 

EL TRATADO DE RAWALPINDI (1919): CUANDO LOS AFGANOS INVADIERON INDIA

 

Carlos A. Font Gavira

 

 

 

                                                              “Nadie puede ser rey de la India sin ser antes señor de Kabul.”

(Proverbio oriental)

 

          Afganistán siempre ha supuesto un desafío estratégico en los planes de conquista de los grandes imperios. Desde los tiempos de Alejandro Magno pasando por las hordas mongolas de Gengis Khan hasta los ejércitos actuales de la OTAN; todos han sido incapaces de someter la voluntad de los afganos. En el siglo XIX fue el Imperio británico quien miró con especial atención al vecino Afganistán puesto que limitaba con la llamada Joya de la Corona: India.

          Una rivalidad acentuada con el Imperio ruso, el denominado “Gran Juego”, en esta área asiática hizo intervenir a los británicos en el escenario afgano. El gobierno de Londres quiso prevenir cualquier injerencia o amenaza rusa en la India británica. Para tal fin necesitaban un “Estado-tapón” que protegiese el paso Khyber, acceso natural a India donde, históricamente, han concurrido todas las invasiones extranjeras al subcontinente indio. Afganistán no poseía una autoridad central fuerte lo que redundaba en una fragmentación de la autoridad gubernamental en el territorio. La gran diversidad étnica del país conformada por pasthunes, tayikos, hazaras y uzbecos no ayudaba a una estabilidad política. El ejército británico creyó que el territorio afgano sería fácilmente sometible dada su división política. Pronto sufrirían en sus propias carnes la furia afgana.

          La Primera Guerra Anglo-afgana, (Gran Bretaña ha librado cuatro guerras en este territorio si contamos la actual intervención militar inicia en 2001), comenzó en 1838 y sus resultados fueron catastróficos para la reputación británica en Asia. Igualmente, desde el punto de vista humano, fue de las campañas más sangrientas puesto que, prácticamente, fue aniquilado todo el cuerpo de ejército británico en su retirada de Kabul en 1842. La clave del interés británico en tierras afganas hay que buscarla en India puesto que sólo les interesaba el país afgano en tanto y cuanto protegiese una de las principales fronteras de acceso a su colonia. En el caso del Noroeste de India cobraba especial significación puesto que a lo largo de la milenaria historia india todos los ejércitos que la han invadido (arios, griegos, mongoles, timúridas,etc) han pasado por esa vaporosa frontera. El gobierno británico consideraba como una medida de seguridad irrenunciable controlar esta frontera cuyo punto clave era el Punjab, garantía para acceder al Afganistán. Los temores británicos se acrecentaron cuando los sij atacaron en 1845 los territorios situados más allá del río Sutlej. La zona de Sind (actual Pakistán) fue absorbida por Gran Bretaña pues establecía una buena ruta hacia Kabul, la capital afgana.

          El miedo británico a una posible invasión rusa al Norte de India, hizo que el emir afgano Dost Mohammed fuera derrocado en 1838. Shah Shuha ascendió al trono auspiciado por los británicos iniciando la larga historia de injerencias occidentales en la política afgana. El gobierno británico estaba seguro con el nuevo emir y destacó una pequeña guarnición en Kabul ,mayoritariamente, formada por soldados indios, para protegerle. Sin embargo el descontento entre la población afgana crecía y Mohammed Akbar, hijo del emir derrocado, empezó a concentrar fuerzas para expulsar a los extranjeros. El jefe de las fuerzas británicas, general Elphinstone, ordenó la retirada de 4.500 soldados británicos e indios (cipayos) acompañados de cerca de 12.000 civiles. El destino era la ciudad de Jalalabad y el contingente británico fue presa de las emboscadas de los tiradores afganos y de la crudeza del invierno en las montañas. El caos fue absoluto y los sirvientes, criados y porteadores huyeron despavoridos. La mayor parte del equipo que contenía las provisiones de alimentos y munición se perdieron. A la altura del 10 de enero de 1842 habían perecido ya 750 soldados y 4.000 civiles de un grupo original de 16.500 individuos. El desastre llegó a su cenit en Gandamak donde los restos de la expedición fueron aniquilados por las fuerzas de Akbar. Solo el asistente médico William Brydon consiguió llegar sano y salvo a Jalalabad. La debacle fue memorable.

          Tras la penosa experiencia de los militares británicos en Afganistán habría que pensar que no volverían a intervenir en el país centroasiático. Nada más lejos de la realidad. El 21 de noviembre de 1878 el gobierno liberal de W.E. Gladstone, declaró la guerra al Reino de Afganistán. Esta nueva guerra no fue un paseo militar para los británicos ya que tuvieron que encajar la derrota de Maiwand (27 de Julio de 1880), provocada por las huestes del príncipe Ayub Khan contra las tropas del General Burrows. Esta segunda campaña anglo-afgana fue especialmente cruel y cruenta, no solo por las numerosas batallas sino por los castigos corporales que los afganos reservaban a los soldados británicos e indios capturados.

          Al contrario que en Afganistán, el estallido y duración de la Primera Guerra Mundial (1914-1918) iba a tener consecuencias importantes en el subcontinente indio. Miles de soldados indios, integrantes de lo que los británicos catalogaban como “razas marciales” (sijs, gurkhas, pasthunes,…), murieron en los campos de batalla de Europa Occidental, Oriente Medio y África. Los líderes del Congreso Nacional de la India (Gandhi y Nehru) apoyaron a los británicos en la guerra con la esperanza de conseguir una mayor autonomía política pero sin cuestionar la permanencia del Imperio Británico. Gandhi regresó de Suráfrica en 1915 a India y realizó campañas para reclutar soldados indios que sirviesen en el ejército británico. Los grupos que exigían la independencia eran minoritarios y bastante extremistas. Un grupo revolucionario fue el bengalí Jungata el cual tenía el apoyo de las colonias indias de Malasia y Singapur. Trataron de establecer relaciones con Alemania para que les proporcionase hombres y material A lo más que se llegó fue al establecimiento en Berlín de un Comité de Independencia India dirigido por Virendaranath Chattopadhyaya y Abinash Bhattacharya. Estos grupos pretendían fomentar el descontento entre los indios con la idea de provocar estallidos de violencia en Singapur, Lahore y Afganistán. Fracasaron.

          La mayor parte de la India permaneció leal al gobierno británico y a principios de 1918 había más de 100.000 soldados indios estacionados en Europa. Al finalizar la guerra el gobierno británico hizo oídos sordos ante las reivindicaciones indias y sus tropas protagonizaron uno de los hechos más sórdidos de su larga trayectoria imperial: la masacre de Amritsar (13 de Abril de 1919). El General Reginald Dyer ametralló inmisicordemente a miles de civiles (ancianos, mujeres y niños) que se habían congregado en el jardín de Jallianwala para el festival de Vaisakhi. Los británicos asesinaron a 379 manifestantes e hirieron a otros 1.200. La vía de la reforma quedó ahogada en sangre y se empezaron a oír con más fuerza voces de independencia. El descrédito británico en India tuvo repercusiones en el vecino Afganistán.

          El emir afgano Habibullah Khan, que había logrado mantener la neutralidad de Afganistán durante la guerra, fue asesinado en febrero de 1919. Muchos afganos consideraban que la política del emir estaba demasiado supeditada a los intereses imperiales británicos. Hay que tener presente el contexto estratégico para comprender la aventura afgana en India. Antes de 1914 había 61 regimientos británicos de servicio en India y, de ellos, unos 10 habían sido movilizados y trasladados a los campos de batalla de Europa y Oriente Próximo. Esta disminución de la fuerza británica en India se intentó paliar con miembros de las unidades de la Territorial Army (TA), los cuales eran soldados a tiempo parcial destinados a la defensa local pero no eran un verdadero ejército. Con el fin de la guerra empezó la desmovilización de las tropas indias, por cierto premiadas con 13.000 condecoraciones, tras cuatro años de guerra. Desde el punto de vista militar la situación en la frontera Noroeste de India era la más vulnerable para una invasión extranjera.

          Tropas afganas atravesaron el Paso Khyber en mayo y estalló la Tercera Guerra Anglo-Afgana (1919). En este conflicto fue fundamental la intervención de nuevas armas como la aviación y los vehículos acorazados, legado del conflicto mundial. Tras numerosos y encarnizados combates en las montañas afganas, la intervención de la R.A.F (Royal Air Force) fue crucial para sofocar el levantamiento afgano. Mediante el Tratado de Rawalpindi (8 de agosto de 1919), firmado por A.H. Grant, secretario de relaciones exteriores del gobierno de la India, y Ali Ahmad Khan, comisario de asuntos internos de Afganistán, parecía alcanzarse una tregua en las siempre difíciles relaciones entre las autoridades británicas de India y el gobierno afgano. La consecuencia más importante del tratado es que el gobierno británico reconocía la libertad de acción de Afganistán en sus Relaciones Exteriores y Comerciales. El nuevo rey de Afganistán Amanullah Khan iba a estrenar este marco de soberanía puesto que reconoció de inmediato a la vecina Unión Soviética. Incluso un emisario afgano viajó a Moscú para entablar relaciones comerciales con los soviéticos para regocijo de Lenin. La amistad afgano-soviética provocó alarma en Londres. En 1921 se firmó un Tratado de Alianza y Asistencia entre el Reino de Afganistán y la Unión Soviética.  Mientras tanto, Gran Bretaña no permitiría que Afganistán importara armas y municiones a través de la India, el pago de un subsidio terminaría y los atrasos en los pagos serían confiscados. Finalmente, el asunto de la delimitación de fronteras era el más delicado. Se establecía que el gobierno británico de India no guardaba pretensiones territoriales más allá del Paso Khyber y que el gobierno de Kabul debía aceptar la frontera indo-afgana como la establecida y definitiva.

          Amanulá emprendió una política aperturista y modernizadora que fue del agrado de las capas más conservadoras de Afganistán. Estalló una revuelta que amenazó su trono y el rey abdicó en su hermano Inyatullah el 14 de enero de 1929. La disputa por el poder quedaba abierta. En este episodio tuvo un protagonismo inesperado un personaje célebre que cimentó su fama en la guerra del desierto, fomentando la rebelión de los árabes contra los turcos, durante la Gran Guerra. Nos referimos a Edward Thomas Lawrence, más conocido como “Lawrence de Arabia.” Tras la guerra Lawrence ingresó en las R.A.F como mecánico y fue destinado a uno de los lugares más remotos del Imperio Británico: Miranshah (actual capital de Waziristán del Norte, Pakistán).

          El hecho de que Lawrence estuviese destinado en una zona relativamente próxima a Afganistán, y visto los antecedentes de agitador y conspirador que poseía, muchos analistas determinaron una causa-efecto. Lawrence protagonista de la revuelta árabe también ¿lo era ahora de la revuelta afgana? Fue en Gran Bretaña donde primero se extendió el rumor. En diciembre de 1928 el “Empire News” publicó un artículo revelando sus actividades acusándolo de haber incitado a la rebelión a la tribu shinwari. Los periódicos empezaron a echar a rodar la piedra del bulo ¿o no? El siete de enero de 1929 el “Daily Herald” publicó que se rumoreaba que el “Coronel Lawrence de Arabia había sido detenido, acusado de ayudar a los rebeldes a cruzar la frontera.” ¿Qué hay de verdad en estos rumores? ¿Es cierto que Thomas Lawrence estaba involucrado en los sucesos afganos o fue una simple casualidad que estaba destinado allí? Casualidad o no, el gobierno británico se curó en salud y el mando de la RAF lo evacuó raudo y veloz. Lawrence fue trasladado a Lahore y el 8 de enero de 1929 a Karachi. Si los británicos negaban que Lawrence estuviese involucrado en el derrocamiento del rey afgano Amanimullah ¿por qué lo trasladaron? ¿qué temía el gobierno británico?

          Los rumores eran varias y la información fidedigna escasa pues hasta la prensa británica proclamaba bulos, más o menos intencionados, como publicó el “Manchester Guardian” el cual consignaba que “el aventurero Trebitech Lincoln dirige a los rebeldes afganos, mientras que el coronel Lawrence, de origen árabe, actúa como consejero de Amanullah.” El gobierno británico siempre argumentó que la sospecha del papel de Lawrence en Afganistán fue obra de los servicios soviéticos interesados en la inestabilidad de la frontera afgano-india. Está claro que el gobierno colonial de India no le gustaba para nada las buenas relaciones entre Afganistán y la URSS pues lo percibían como una amenaza a la seguridad de la colonia. La cuestión es que las autoridades coloniales británicas de India no se quisieron arriesgar ni siquiera con su propio soldado como era Thomas Lawrence en ese momento. ¿Qué podía hacer un mecánico de la RAF para apoyar a la sublevación afgana? Lawrence fue repatriado rápidamente nada más despuntar el nuevo año 1929 como recogió el diario castrense “La Correspondencia Militar” en su n.º 16.113 bajo el titular de “Expulsión de uno de los instigadores a la rebelión” informaba lo siguiente: “El coronel Lawrence ha sido expulsado por las autoridades británicas de la India y enviado a Inglaterra, acusado de apoyar la rebelión afgana contra el Rey Amanullah. El coronel Lawrence, que embarcó ayer mismo para Londres fue el organizador de la rebelión de los árabes contra Turquía durante la gran guerra europea, entrando luego al servicio de la Aviación británica de la India.” ¿Fue mayor el protagonismo de Lawrence en el derrocamiento del rey afgano y el gobierno británico quiso ocultarlo? El ex rey Amanullah cruzó, curiosamente, la frontera de la India británica y tomó un barco para Italia que le llevaría al exilio. Murió en Suiza en un lejano 1960 y sus restos descansan en Jalalabad (Afganistán), la tierra que no supo o quiso comprender sus reformas. El coronel Lawrence no volvió a hablar del asunto de Afganistán y siguió en servicio de la RAF por unos años más hasta que en 1935 tuvo un accidente de motocicleta que acabó con su vida.      

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