INSTITUTO DE INDOLOGÍA

UNIDAD EN LA DIVERSIDAD DE LA INDIA

Vasant G. Gadre

 

 

 

La diversidad lingüística, racial, étnica y religiosa de la India resulta ser obvia incluso para el turista que viaja unos días por el país. Octavio Paz, que pasó varios años en la India en calidad de embajador de su país, no revelaba ningún secreto cuando escribió que “la India es un museo histórico y etnográfico. Pero que es un museo viviente, uno en el que la modernidad más moderna convive con los arcaísmos que han perdurado durante varios milenios”.

En la India actual se hablan varias lenguas pertenecientes a cuatro diferentes familias lingüísticas: la védica —llamada la aria—, la dravídica, la chino-tibetana y la áustrica. La India es, como es sabido, un país multilingüe que cuenta con más de doscientos idiomas; cada uno de estos idiomas tiene, a su vez, diversos dialectos, sociolectos y registros y diez sistemas principales de escritura y varios otros menores. Estas cifras hacen que, con razón, la India sea considerada un gigante multilingüe del mundo.

El Sanátan dharma, que es más bien un estilo de vida que religión, conocida popularmente ahora como hinduismo, es la religión de un 81 % de los súbditos indios. Pero también viven unos ciento veinte millones de musulmanes en la India y unos treinta millones de cristianos. Otras comunidades substanciales como los sikhs, los budistas, los jaínes y también los judíos y los zoroastrianos residen en la India.

En cuanto a la diversidad racial y étnica de los pueblos que constituyen la India actual, el eminente lingüista Suniti Kumar Chatterjee ha hecho la siguiente observación: “Contamos con el advenimiento de los siguientes pueblos a la India, procedentes del exterior (ninguna clase de personas se originó en el suelo de la India; todos sus habitantes humanos llegaron originariamente de otras tierras..).”. El eminente lingüista indio procede entonces a presentar su lista de dichos inmigrantes que llegaron a una tierra originariamente desierta, en orden cronológico:

  1. Los negritos, “de África”.

  2. Los proto-australoides, “de la zona oriental mediterránea (Palestina)”.

  3. Los mediterráneos primitivos (los áustricos).

  4. Los mediterráneos avanzados (los drávidas).

  5. Los armenoides (los drávidas).

  6. Los alpinos (los arios).

  7. Los nórdicos (los arios védicos).

  8. Los mongoloides.

Bien puede apreciarse la absoluta insolencia de este calendario detallado y especifico de la inmigración extranjera a la India, cuando considerarnos que el mismo autor, al principio del capítulo en el que aparece dicha cita, admite:

 La carencia de material no nos ha permitido postular con certeza acerca de los movimientos raciales en los tiempos antiguos, y cualquiera estimación o reconstrucción de los movimientos de los inmigrantes a la India de hace cuatro o tres, o de hasta dos mil años ha de ser hipotética (en gran medida) e inferida sólo de la situación actual.

De estas y otras observaciones y relaciones semejantes acerca de las varias razas saliendo disparadas hacia la India, llegando de diferentes partes del mundo en diferentes períodos de tiempo, la única conclusión lógica a la que se puede llegar es que no hay nadie a quien se pueda llamar “indio” o “extranjero” en el contexto de la India; o bien todos son indios (o que pueden llegar a serlo al cruzar las fronteras indias) o bien que a nadie puede llamarse indio.

En el trasfondo de dicha diversidad abrumadora, cabe preguntar si la India constituye en realidad una nación. Antes de hacer un examen de esta cuestión, será conveniente aclarar lo que es una nación. Se suele pensar que una nación significa un país o una entidad geográfica. Pero nosotros somos de la opinión de que el concepto de la nación no se limita sólo a una cuestión geográfica. La nación consta de un grupo o comunidad de personas que lleva viviendo tradicionalmente en una tierra determinada, que cuenta con su propia cultura distintiva y que tiene una identidad que les separa de otros pueblos del mundo, en virtud de su cultura distintiva basada en la raza, religión o lengua o en una combinación de alguno o de todos estos aspectos. Puede que haya diferencias internas entre los que pertenecen a esa cultura pero, a pesar de esas diferencias, existe cierto sentimiento de armonía global resultante de los elementos esenciales de su cultura y un sentimiento de orgullo que inspira en ellos el deseo de mantener su identidad distintiva. A consecuencia de todos estos factores, este grupo de personas tiene su punto de vista propio hacia la historia de su patria tradicional; cuenta con sus propios héroes y traidores, su propia opinión acerca de la gloria y vergüenza nacional, éxito y fracaso, victoria y derrota.

Volviendo a la cuestión de si la India es una nación, hay que decir que en vista de su gran diversidad y lo que es más importante, en virtud de esa interpretación hecha por el lingüista Chatterjee y por otros de ese jaez acerca de la diversidad étnica y racial de los varios pueblos de la India, no han faltado intelectuales que mantengan que la India es en realidad un conglomerado de naciones. Que cada grupo lingüístico por lo menos constituye una nación distinta. Conforme a esta opinión, la India no fue nunca una sola nación en ningún período de la historia. Los británicos, en el curso de su campaña imperialista, conquistaron varias naciones y reinados en una zona determinada del subcontinente indio y, consiguientemente, toda aquella zona sobre la cual establecieron su dominio llegó a adquirir cierto sentido de unidad, inspirada sólo por el lazo común de esclavitud bajo los británicos. Este lazo común de esclavitud condujo a un movimiento independentista común, contra los británicos.

Al asumir la dirección de la India independiente, a los líderes nacionales les gustó la idea de que la historia del país —la India multinacional— empezaba con ellos; de que la India, que contaba con el nuevo proyecto nacional de socialismo y secularismo, era una nación en vías de construcción, una nación cuya construcción les había caído en suerte. De acuerdo con este concepto de la India multinacional, que contaba con un proyecto estatal basado en la doctrina del secularismo, todas las comunidades religiosas —la hindú (que constituye una mayoría abrumadora), la musulmana y la cristiana, entre otras— formaban partes iguales de la nación. Este concepto de la nación, basado en el proyecto estatal del secularismo, ha sido propagado tan extensamente por todos —los periodistas, los políticos, los académicos— que los intelectuales han llegado a creer sinceramente que los que hablan de los hindúes, hablan sólo de una comunidad y que, por lo tanto, son comunalistas. Para los que proponen la teoría de la India multinacional, el hecho de que los hindúes constituyan la comunidad más grande, representa un peligro potencial para las demás comunidades y, por lo tanto, para la buena salud de esta nación compuesta creen que será buena idea la de tratar de debilitar a esta comunidad.

Los líderes nacionales de la India independiente, que pretendían ser los constructores de la nueva nación multinacional, y los intelectuales que sostenían que esta “nueva” nación había adquirido el sentido de unidad, gracias sólo a los británicos, harían bien en recordar lo que dijo al respecto el Mahatma Gandhi, a quien le habían otorgado estas mismas personas el título de “Padre de la nación”. El Mahatma Gandhi había dicho:

 Los ingleses nos han enseñado que, antes, no éramos una nación y que necesitaríamos de varios siglos antes de que llegásemos a ser una nación. Esto no tiene ningún fundamento, ni validez. Éramos una nación antes de que vinieran a la India. Una sola idea nos inspiraba. Nuestro modo de vivir era el mismo. Fue sólo porque éramos una nación por lo que pudieron establecer un solo reinado.

 Hay otra corriente de pensamiento que mantiene que la India, aceptada generalmente por todo el mundo como una tierra de cultura y civilización milenaria, ha sido una nación distintiva desde siempre; que la India es la nación más vieja del mundo, con la cultura inspirada en el Sanátan dharma. El hinduismo no es una religión revelada, ni cuenta con un libro sagrado único o una autoridad única. Se considera que los Vedas constituyen la base del Sanátan dharma, de la cultura india. Constituyen la fuente de todas las posteriores filosofías y sistemas de yoga. Ni siquiera los Vedas constituyen la autoridad suprema del hinduismo. La palabra ‘veda’ se deriva de la raíz ‘vid’, que significa “saber”, y el Veda quiere decir sencillamente el conocimiento, tal y como fue percibido por los sabios védicos. No consta de un conjunto de doctrinas o sistemas de creencia que todo el mundo haya de reconocer y aceptar. Los Vedas son sencillamente un conjunto acumulado de conocimiento. El hindú tiene toda la libertad de cuestionar o poner en duda cualquiera o todas sus escrituras sagradas. No deja de ser hindú por rechazar la autoridad de éstas. La escritura sagrada de la India tiene el carácter de funcionar como guía. Cada individuo tiene la libertad de insistir en su propia interpretación de la realidad y de seguirla. El individuo tiene abierta la posibilidad de constituir una secta de una sola persona. El Dios hindú es un Dios personal, asequible a cada individuo mediante sus propios esfuerzos. A diferencia del musulmán o del cristiano, el hindú -basándose en su experiencia individual o hasta en capricho personal- tiene la libertad de rechazar la autoridad dé cualquiera o de todas las escrituras sagradas. La disciplina del yoga evolucionó como una técnica empírica para lograr la comunicación directa con Dios. Esto quiere decir que uno cualquiera puede conocer a Dios a base de sus propios esfuerzos, sirviéndose del yoga como guía. Por esta razón, el hinduismo no tiene clérigos sino sólo guías. Se puede decir que el hinduismo es más bien un esfuerzo por tratar a la religión como una ciencia empírica racional que un sistema de creencias. En la historia del pensamiento indio se puede apreciar perfectamente la evolución del razonamiento científico, incluyendo la construcción de teorías a partir del siglo VII a. de C. por lo menos, cuando ya existían varios sistemas filosóficos opuestos, en una cultura colaborativa de disputa, creencia y ateísmo. Los estudiosos de la lógica budista saben también cómo, con el advenimiento del razonamiento budista, la mente india se movió del ritualismo al razonamiento. La gramática del sánscrito escrita por Pánini en el siglo VII a. de C., conocida por su análisis lógico y su razonamiento, no tiene precedentes.

Los defensores de la teoría de que la India no es multinacional sino que es una sola nación, llamados comunalistas por los secularistas, mantienen que la vida y el pensamiento hindúes y la literatura india en los tiempos antiguos, medievales y modernos deben mucho a las Upanishads, al Rámáyana, al Mahábhárata y a los Puránas. Estas grandes obras han ejercido una tremenda fascinación sobre la mente india durante más de dos mil años y han tenido un gran impacto sobre todas las literaturas indias. En realidad, no será una exageración decir que estas obras son la India: todas las lenguas de la India y la literatura escrita en ellas están impregnadas del contenido y del espíritu del Rámáyana, del Mahábhárata y de los Puránas, con las Upanishads y los Dharmashástras en el trasfondo. La unidad cultural de la India, tanto la antigua y la medieval como la moderna, se ha consolidado principalmente a través de estas obras. Las corrientes de la literatura budista y la jainista se mezclaron de manera natural en el más amplio ámbito hindú, es decir, el compuesto por el brahmánico, el budista y el jainista, aportando algunos de sus propios elementos para ampliar y diversificar y, al mismo tiempo, para unificar el conjunto. Uno de los rasgos característicos de casi todas las lenguas modernas de la India es que todas ellas han seguido más o menos el mismo patrón en el proceso de su desarrollo literario. Así es que si pasamos de la literatura escrita en una lengua moderna de la India a otra, no se da la sensación de haber entrado en un mundo diferente. Y más aún si se pasa de la literatura sánscrita a otra escrita en cualquier lengua moderna de la India. Las varias versiones del Rámáyana y del Mahábhárata son obras nacionales, tanto en el sur como en el norte. El tamil que pertenece a la familia lingüística dravidiana y que menos influenciado fue por el sánscrito, sin embargo cuenta con un léxico del que un 71 % es de origen sánscrito. En el caso del malayálam, dicho porcentaje se eleva a un 81%.

Los partidarios de la teoría de que la India ha sido siempre una nación, mantienen que desde tiempos muy antiguos ha habido plena conciencia en el pueblo indio de que el suyo era una nación, una nación distintiva; no resultaba contradictorio para los que compartían esta conciencia común que hubiese varios reinados en su territorio. El Vishnu Purána declara en términos claros que al norte de los océanos y al sur del Himalaya se extiende la tierra de Bhárata, habitada por los bhárati. La tierra se llamaba Bháratvarsha y sus habitantes se llamaban colectivamente bhárati(ya)s desde la antigúedad más remota, y todos los indios tenían completa conciencia del hecho de que ellos constituían una nación. Se consideraba chakravartí kshetra a toda la India, lo cual quiere decir que el objetivo de todo rey indio era el de que todo el territorio de Bhárata formara parte de un sólo reino (y que fuera él su emperador, por supuesto); y había un bien establecido y respetado código de conducta que regía todo este proceso. Cabe destacar que este concepto estaba basado en la noción de que el Bháratvarsha era una sola nación y que, por lo tanto, ninguno de los varios reyes sentía nunca el deseo de ir más allá de las fronteras de la India, hacia tierras extranjeras, para extender el territorio de su reinado.

Los innumerables centros de peregrinaje hindúes que se extendían por toda la India, desde el norte hasta el sur y desde el este hasta el oeste, eran también un reflejo evidente de la clara conciencia de la identidad religioso-cultural común, puesto que los hindúes de todos los reinados los visitaban. Se consideraba a toda la India una tierra creada por Dios y los peregrinos hindúes visitaban estos centros esparcidos por todo el país, sin pensar en las fronteras geográficas de los varios reinos, sujetas a cambios frecuentes, que había en esta nación. No les daba la sensación de haber entrado en una tierra extranjera. Los importantes centros de peregrinaje hindúes son: el Kailash y el Mansarovar en el norte, Rameshvaram en el sur; el Hingalaj en el oeste y el Parashuram Kund en el este, en el estado actual de Arunachal Pradesh. Del mismo modo hay ciudades, ríos, montes y lagos sagrados situados en los cuatro rincones de nuestra tierra sagrada.

El jainismo se originó en el noreste, en Bihar, pero la mayoría de sus adherentes se encuentran en los estados occidentales (Rajasthán, Gujarat y Maharashtra), y las famosas estatuas de Gomatteshvar se hallan en el sur (Karnataka). Hace más de mil años, Adi Shankaracharya —que nació en Kerala—, estableció sus mathas (monasterios) en Badrinath en el norte, Puri en el este (Orissa), Dvarka en el oeste (Gujarat) y Shringeri en el sur (Karnataka).

El Gurú Nanak nació en el Panjab, pero en todos sus escritos habla del Hindustán y no del Panjab. El Gurú Govind Singh nombró a cinco discípulos, llamados los panjapyaras, y les dio la responsabilidad de asegurar que prevaleciera el dharma hindú por todas partes. Estos cinco discípulos eran de Delhi y del Panjab en el norte, de Gujarat en el oeste, de Orissa en el este y de Karnataka en el sur. Las cuatro takhts (sedes) del sikhismo estaban en el Nankana Sahib (Panjab, que ahora forma parte de Pakistán), Amritsar (Panjab), Patna (Bihar) y Nanded (Maharashtra).

Se puede seguir dando varios ejemplos más que demuestren que esta conciencia religioso-cultural hindú es el único lazo que ha unido a cada región de la India con todas las demás del país, en un lazo de unidad; es el lazo que le ha dado al país su propia identidad distintiva. Los que denigran o rechazan o diluyen este lazo histórico y, en su lugar, defienden el lazo de una nación compuesta, multinacional, nacida en 1947, cuya identidad no es más que una amalgama de religiones, culturas e historias extranjeras y las de India, no hacen sino un intento artificial con el que el pueblo indio no se identifica.

No puede identificarse emocionalmente con esa imaginaria y artificialmente amalgamada entidad nacional, representada por el Estado indio durante más de cincuenta años. Así es que las fuerzas representadas por el Bharatiya Janata Party han ganado terreno espectacularmente durante los últimos cinco años y, durante las últimas dos elecciones generales, este partido ha surgido como el partido más grande del país. Las fuerzas representadas por este partido mantienen que, a consecuencia de la política de pseudosecularismo adoptado por el gobierno indio durante cincuenta años, se ha creado un abismo enorme entre la nación y el Estado, entre la sociedad nacional y la clase gobernadora. Es este abismo el que está provocando la desintegración de la sociedad nacional, la desaparición de la conciencia y la susceptibilidad colectivas, y la degeneración de la conciencia social. Es debido a este abismo por lo que el egoísmo, la corrupción y la degradación moral han proliferado a un ritmo acelerado. La sociedad nacional se halla enajenada del Estado y la voluntad nacional de hacer frente a los problemas casi ha desaparecido.

Los nacionalistas, o los comunalistas si así se quiere llamarlos, alegan que los autoproclamados secularistas, que se arrogan a sí otros calificativos como progresistas, socialistas, liberales y demócratas, han interpretado la historia india de una manera tan sospechosa que la identidad nacional misma llega a ser un concepto artificial, de difícil comprensión para la gente común. Figuras populares y legendarias como Maharana Pratap y Shivaji, que lucharon contra las fuerzas extranjeras, ocupan páginas oscuras de la historia oficial de la India. Los historiadores oficiales se olvidan de que, en la percepción popular de la India, todos aquellos que lucharon en contra de reinos extranjeros son venerados. En la historia oficial, se nos enseña a considerar que las tiranías bárbaras perpetradas en la Edad Media constituían las aberraciones personales de unos cuantos reyes. Esta postura oficial de los historiadores provoca recelos acerca de la historia oficial que se enseña en los colegios. El quincuagésimo aniversario de la independencia de la India no logró generar euforia popular porque la India oficial no es la India popular.

La historia es, sin duda, un tema de importancia vital para cualquier país. Puede basarse la política en ella y, efectivamente, así ocurre en la India. Un ejemplo clásico de cómo ha sido manipulada la historia por las varias fuerzas políticas, autoproclamadas seculares, liberales, demócratas y progresistas, lo tenemos en su interpretación del período remoto de la historia o prehistoria. En los manuales de historia que se enseñan en los colegios de la India se hace constar que los arios —llegados del noroeste— invadieron la India en el siglo II a. de C., vencieron a los dravidianos —los habitantes originales del país— y los empujaron violentamente hacia el sur, o los subyugaron o los absorbieron como castas bajas. Toda persona culta en la India crece creyendo esta versión de la historia antigua de la India. Esta teoría —basada en una hipótesis provisional formulada por lingüistas europeos como Max Müller, a quien le pagó la East India Company para producir una interpretación negativa de los Vedas—, ha sido aceptada a tan gran escala que todo manual o libro escolástico escrito en cualquier parte del mundo que trate de la historia antigua de la India o haga referencia a ella, menciona la invasión aria de la India como si fuera parte natural e incuestionable de la historia auténtica. Esta supuesta invasión de los arios ha servido a los intereses de los historiadores así dispuestos para afirmar que si los invasores musulmanes y británicos llegaron del extranjero, igual era el caso de los arios. Por lo tanto, el cristianismo, el Islam y el hinduismo son todos igualmente extranjeros en el contexto indio.

Por supuesto, en cuanto a lo que se refiere a los marxistas, la cuestión no acaba allí. Estos van más allá de esta postura y sostienen que los arios conquistaron la India y convirtieron a los dravidianos en castas bajas, dentro del marco de la estructura social aria y su jerarquía, en nombre del hinduismo. Por su parte, los demás invasores intentaron liberar a los nativos de esta esclavitud, en nombre del Islam y del cristianismo. Y que, por ello, estos nativos originarios —los dravidianos— deben rechazar el hinduismo y la cultura del norte de la India. Los marxistas se han servido de la teoría de la invasión aria para usarla como un arma poderosa en contra del nacionalismo indio y a favor de la teoría de la India multinacional. El Partido Comunista de la India mantuvo efectivamente, antes de lograr India la independencia, que, al igual que la Rusia pre—revolucionaria que contaba con varias nacionalidades sumergidas, la India también tenía sus propias nacionalidades sumergidas; los andhras, los asameses, los bengalíes, los gujaratis, los kannadas, los kashmiris, los malayalis, los marathas, los oriyas, los panjabis, los sindhis y los tamiles.

Los periodistas de prensa y de televisión han propagado también la idea de la invasión de los arios. Vamos a dar sólo dos ejemplos de cómo la televisión del país, Doordarshan, que no tenía ninguna competición hasta hace poco y que sigue siendo en la actualidad el medio de comunicación de masas más poderoso del país, se ha servido de la pantalla pequeña para propagar descaradamente la teoría de la invasión aria. La telenovela Amir Khusro dedicó un episodio entero para explicar laboriosamente cómo los arios invadieron la India y cómo el hinduismo era una religión tan extranjera como el Islam. Otro serial televisivo, Bhárat ek khoj (basado en El descubrimiento de la India, del primer Primer Ministro de la India, Jawaharlal Nehru), representó de manera gráfica las escenas de la vida en la ciudad de Harappa, en el momento en que se producía la supuesta “invasión” aria. En estas escenas estaban claramente identificados los harappanos con los dravidianos; en cambio, se identifica a los arios con nómadas bárbaros y groseros, vestidos de manera estrafalaria, que perpetraban actos de gamberrismo y vandalismo. Los harappanos describen a los arios con un desdén total, como “los viles perros extranjeros”.

El presunto arquitecto de la nación india, Jawaharlal Nehru, en dicho serial televisivo en el que los “arios” fueron representados de manera gráfica como bárbaros, extranjeros e invasores, aparece en otro episodio del mismo serial para informar a los telespectadores que ¡no hubo nunca ninguna invasión musulmana de la India! (Será interesante recordar en este instante que el primer Primer Ministro de la India, al hablar de sí mismo, declaró que era inglés por educación, internacionalista por sus opiniones, musulmán por cultura e hindú sólo por el accidente de nacimiento). No fue el único Primer Ministro que se sirvió de la supuesta teoría de la invasión aria para promocionar su versión del secularismo. Otro Primer Ministro de la India, V.P. Singh, al lanzar su “arma mandad para destruir la sociedad hindú por dentro, creando guerras de castas, declaró en el parlamento que ¡los arios habían subyugado a los dravidianos durante miles de años! El populismo político llevó a unos señores a lanzar un movimiento dravidiano venenoso en Tamil Nadu ¡para deshacerse del yugo del imperialismo ario!

La teoría de la invasión aria, como hemos visto ya, no ha sido una mera cuestión académica que interese sólo a los historiadores. Esta teoría forma la base fundamental de la crítica marxista de la historia india en la que la lucha de clases es sustituida por la lucha de castas; los supuestos pueblos pre—arios se convierten en las masas oprimidas y los arios invasores se convierten en los opresores, la clase corrupta que gobierna. Nehru escribió lo siguiente acerca de la invasión aria: “Es posible que el sistema de castas se basara en parte del deseo de los arios de mantenerse separado del pueblo conquistado..”. No le importó a Nehru lo que a este respecto opinaban Ambedkar —la persona responsable del resurgimiento de las castas bajas en la India contemporánea—. Éste ha escrito:

 En cuanto a lo que se refiere al Rig Veda, no hay absolutamente nada que indique o hable de la invasión de la india por los arios venidos de fuera... En cuanto al testimonio de la literatura védica, se puede afirmar que va en contra de la teoría de que la casa originaria de los arios estuviera situada fuera de la India... No hay ninguna prueba que demuestre que la distinción entre los arios, los dasas y los dasyus estuviera basada en una distinción racial. (Speeches and Writings, 1990).

 Los supuestos invasores —los arios— crearon una vasta literatura que incluye los Vedas, los Bráhmanas, los Sútras, el Rámáyana, el Mahábhárata y los Puránas que, según algunos, es la mejor literatura que el mundo jamás haya conocido; y, aparentemente, lo que ha sobrevivido es sólo una parte pequeña de su creación total. Y, aun así, no existe absolutamente ninguna prueba histórica o arqueológica de que existieran los arios de verdad. Por otra parte, los harappanos han dejado atrás restos arqueológicos que quizá sean los más importantes del mundo antiguo, pero ninguna literatura. Lo cual provoca una situación paradójica: una gran literatura atribuida a los arios, pero ninguna prueba histórica ni arqueológica; y una gran historia y arqueología atribuida a los harappanos, que no han dejado ninguna huella literaria. Esta situación se hace todavía más paradójica cuando consideramos que los harappanos estaban alfabetizados, mientras que los arios invasores eran supuestamente nómadas y analfabetos. Y sorprendentemente, es la literatura de gran calidad de estos bárbaros analfabetos la que ha sobrevivido. En cambio los harappanos alfabetos han desaparecido sin ningún vestigio literario.

Los yacimientos harappanos han revelado varios altares védicos. Esto indica que practicaban la religión védica. Los altares son complejas estructuras geométricas, que requieren un conocimiento bastante sofisticado de geometría. La literatura védica incluye los Shulvasútras, que eran manuales técnicos para el diseño y la construcción de dichos altares. Son los textos matemáticos más antiguos del mundo que, según el historiador de ciencia y el matemático estadounidense A. Seidenberg, constituyen la fuente de toda matemática antigua, desde la India a Grecia. La teoría de la invasión aria en este contexto nos lleva a la conclusión absurda de que ¡la construcción de estos altares fue llevada a cabo por los harappanos, mientras que las instrucciones para su construcción fueron traídas por los arios invasores!

Estudiosos e intelectuales indios, como S.R. Rao,N. Rajaram, Subhash Kak, S.P. Gupta, Bhagwan Singh y varios otros, así como extranjeros como James Schaffer, Mark Kenoyer, George Feuerstein y David Frawleyn —basándose en la nueva evidencia arqueológica, geográfica y de matemáticas, astronomía, lingüística y restos humanos— han rechazado la teoría de la invasión aria. Según la nueva hipótesis, el centro principal de la civilización harappana es el recién descubierto río Sarasvatí, de fama védica. Mientras que el río Indo cuenta con unos veinticinco yacimientos importantes harappanos, el río Sarasvatí tiene más de quinientos. El secamiento del río Sarasvatí causó el término de la civilización harappana. No se ha desenterrado ninguna prueba que demuestre la supuesta destrucción de la ciudad de Mohenjodaro, ni la masacre de los pueblos. Los yacimientos fueron abandonados debido a los cambios ecológicos causados por el secamiento del río Sarasvatí.

Hemos hablado en algún detalle de la teoría de la invasión aria y de sus repercusiones en la India contemporánea para dar una idea de cómo funcionan las varias fuerzas políticas del país. Los partidarios y los defensores del concepto de la India multinacional, con el apoyo total de los llamados progresistas y secularistas, se han servido de la teoría de la invasión aria y la han manipulado de manera que sirva a sus intereses políticos. Las compulsiones de la política de banco de votos en la India hace que sea necesario dividir a la sociedad hindú en segmentos mutuamente antagónicos y mantener unido el banco de votos de los musulmanes.

Es lástima que, tras lograr su independencia, la India —que cuenta con una cultura y civilización milenaria— cayera en una vorágine de política llena de corrupción, en la que la ambición personal en busca del poder y la riqueza, sin ningún compromiso por la comunidad o por el país, llegara a ser el principio director de los políticos. No hemos querido sugerir en la presente comunicación que la sociedad hindú no tenga su cuota de males y problemas. El sistema de las castas representa, sin duda, en sus formas y aspectos repugnantes, la plaga del hinduismo y de la sociedad india. Hay que tener en cuenta, sin embargo, que es un sistema social y que no es en realidad el aspecto esencial del hinduismo, aunque los intereses creados se hayan esforzado a lo largo de varios siglos —con mucho éxito— en identificarlo con el hinduismo. Estos problemas de la sociedad hindú no son el resultado del exclusivismo y de la teocracia, que afectaron a Europa en el pasado y que afectan a las sociedades islámicas de hoy. Cuando los problemas son diferentes, los remedios también han de ser diferentes. Cuando los males que afectan a la sociedad hindú son diferentes, el tratamiento ha de ser diferente también. El secularismo era el tratamiento por excelencia en la Europa de hace unos siglos. Pero porque sea bueno para Europa, no ha de ser necesariamente bueno para la India actual. En el llamado mundo cristiano actual, el secularismo es un hecho bien arraigado y establecido. Es ahora tan pluralista como la sociedad hindú ha sido desde siempre.

Los sabios hindúes llevan declarando desde los tiempos más antiguos del Rig Veda que “La verdad es sólo una”. Esto no quiere decir que la verdad tenga sólo un nombre o que tenga solo una posible formulación. Quiere decir que es universal e innata en todos los seres e inherente en toda existencia. La verdad es aquélla que es eterna, consistente, evidente y absoluta. Nos animan los sabios hindúes a percibir la subyacente existencia-consciencia-felicidad (sachidanand) de la verdad. La verdad fundamental pertenece al individuo en su comunión con la realidad del Ser, tanto por el interior como por el exterior. La verdad o Dios, por lo tanto, reside en nuestra propia experiencia directa de la realidad y no en un sitio eterno o una persona externa. El afirmar que la verdad o Dios existen, es reconocer que son parte de nuestro propio ser. El hinduismo permite la libertad de examen a cada individuo, la libertad de descubrir por sí mismo si sus principios u opiniones —basadas en el examen espiritual destinado hacia la autorrealización— son válidos, y no intenta imponerlos sobre la gente, ni siquiera sobre los que han nacido hindúes.

Esta naturaleza no dogmática del hinduismo ha producido un espíritu de tolerancia en la sociedad hindú. Es generalmente aceptado el que la India es secular principalmente porque el hinduismo está basado en lo que nuestros sabios antiguos dijeron sobre que la verdad es una, pero varios los caminos a ella y que los individuos prudentes la buscan de diferentes maneras. Esto hace posible que la sociedad hindú acepte el concepto de sarva-dharma-sambhava (igualdad de todas las religiones), sin que se les ocurra nunca preguntar si este concepto es igualmente aceptable para todas las demás religiones.

En la India, si estamos dispuestos a ser honestos con nosotros mismos y a decir una verdad que sea políticamente incorrecta (en términos del discurso nacional dictado por los llamados progresistas), tendremos que aceptar el hecho histórico de que sólo hay dos comunidades principales en la India: los que siguen siendo hindúes y los que eran hindúes. Los antepasados de una gran mayoría de los que practican ahora diferentes creencias religiosas son conversos, convertidos del hinduismo. Es necesario tener el coraje de aceptarlo y de reconocer que todos nosotros tenemos una herencia común cultural; sólo entonces el pueblo indio puede ser una entidad cohesiva.

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