INSTITUTO DE INDOLOGÍA

EL BANARASI SINGULAR

K.G. Joglekar

 

 

     ¿Qué es lo que presta a una ciudad y su pueblo una identidad distinta? ¿Es la geografía de un lugar que presta a sus residentes una disposición de ánimo y un comportamiento distintos? O, ¿es la historia de un lugar? Pero ¿qué significado tiene la historia de un lugar si no es la historia de su propio pueblo? ¿Es la una o la otra? O, ¿son las dos? ¿A qué se debe que unas ciudades y sus pueblos tienen una identidad diferente, mientras que otros, aun después de cientos de años, permanecen como conglomerados de cuerpos humanos?

     Varanasi (también conocida como Benarés y Kashi), la más sagrada de lo sagrado para millones de hindúes en la India y en el extranjero, constituye un ejemplo interesante. Hace miles de años, los antiguos fueron arrebatados por el majestuoso creciente sol, a lo largo del cual fluye el Ganga por las tres colinas, en las que se levanta la ciudad de Varanasi hoy día. Desde cualquier lado puede usted enfrentarse con el sol saliente que le mira tal como sale en el este. Desde los tiempos antiguos, la gente hacía su ofrenda de agua al dios Sol y sus descendientes lo hacen aun hasta hoy día. El amanecer de Henares provoca el éxtasis en los poetas. Un poeta de urdú ha cantado alabanzas a «Subah Banaras, Sham-e-Awadh» (el amanecer en Henares y el atardecer en Awadh).

     El Varanasi verdadero vive en sus vastos laberintos de las estrechas calles y callearas sin salida, llenas de polvo que huelen a humedad y que se extienden a millas y millas, y donde ningún vehículo puede doblar. La ciudad ha visto invasiones y destrucción muchas veces y las estrechas calles fueron planificadas probablemente para no dejar entrar al invasor. Había portales que se cerraban por la noche en los tiempos antiguos. Es posible encontrarse en estas callecitas con eruditos vestidos de manera de sus antepasados enseñando a los jóvenes la recitación de los Vedas, las escrituras, o el Ayurveda, el sistema de medicina herbaria de la India. No es raro dar con un estudioso quien se empeñará en hablar sólo en el sánscrito —Devavani— o el idioma de los dioses. Pueden verse los sabios escasamente vestidos que viven de las dadivas de sus discípulos y que dirigen investigación, de manera diligente, sobre un tema que a lo mejor no parece tener importancia para un hombre común.

     No es que el siglo XX no le haya afectado a la ciudad. El televisor, la radio, la corriente eléctrica y los aparatos eléctricos y coches, todos están allí; pero el pueblo ha podido crear una síntesis del pasado y el presente. Los mahant (jefes) de muchos templos conocidos realizan sus deberes y dirigen las ceremonias religiosas, pero enseñan asignaturas como la ingeniería hidráulica en la universidad.

     Es la síntesis del pasado y el presente que ha ayudado en desarrollar la personalidad del residente de Benares —el banarasi— como es llamado comúnmente, siente gran orgullo por la ciudad y su herencia. Los dirigentes religiosos como Gautama Buda vinieron a la ciudad para propagar su fe. Los tirthankaras vigésimotercero y vigésimocuarto de la religión jaina vivieron aquí y así como Charak y Sushrut, los pilares del Ayurveda. El gramático Panini vivió en Varanasi. También vivieron aquí Goswami Tulsidas y Bhartendu Harishchandra, el padre del hindí moderno. Adi Shankaracharya, Ramanujacharya, Vallabhacharya, Sant Gyaneshwar y el guru Nanak, todos vinieron a la ciudad para ganar reconocimiento o para propagar su creencia. Sant Kabir vivió en Kabir Chaura donde no sólo tejía las telas finas sino también la tela del amor y la hermandad universales.

     Las reliquias históricas pueden verse en todo alrededor. En una pequeña casa en Durga Ghat, Bayabai Apte, la última descendiente directa de los Peshwas dio el último suspiro aquí en 1917.  En una callecita cerca de Chau Khamba se encuentra una pequeña habitación donde Goswami Tulsidas escribió el Vinayapatrika. Al otro extremo de la ciudad se encuentra el Ram Temple donde vivió él. Cuando los gobernantes ingleses dijeron que destruirían el templo para abrir paso para la instalación de agua corriente en la ciudad, los residentes de la ciudad pertenecientes a todas las religiones se rebelaron. Hubo destrucción masiva de la propiedad gubernamental y el Gobierno se vio obligado a cambiar la idea de destruir el templo. El orgullo que el banarasi siente por su ciudad se refleja en la quintilla jocosa que describe la fuga de Warren Hastings, el primer Gobernador General de las Compañías de las Indias Orientales. El pueblo de la ciudad se había enfadado por la manera en que Hastings había tratado al Maharaja de Benarés. El Gobernador General tuvo que huir para escaparse de la ira del pueblo. El verso dice así:

Con la gualdrapa en el caballo

y la silla de montar en el elefante,

así huyó Warren Hastings.

     La casa de donde huyó, lleva una placa para conmemorar el acontecimiento.  En la zona del campamento militar se encuentra la residencia de Hastings.  Mucha gente que vive allí afirma haber visto el espectro de Hastings que busca su tesoro enterrado.

        La ciudad debe su prosperidad al mundialmente famoso Banarasi Saree. La masticación de paan (hoja de betel) con cal, catecú, nuez de betel y tabaco es popular en la ciudad. También tuvo popularidad en su día el consumo de bhang. Se preparaba de varias formas para hacerlo más fuerte o más suave según el gusto de las personas. En los tiempos antiguos, los pandits (sabios) védicos ensayaban la lectura de los Vedas mientras que molían las hojas de bhang, almendras y otros ingredientes para hacer una buena pasta. Pero esta bebida ya no le encanta a la generación joven.

        El banarasi es una mezcla fuerte del pasado y el presente, el antiguo y el nuevo. Pero existe un apego extraordinario a la ciudad, entre los viejos y los jóvenes de igual forma. La gente que vive aquí generalmente no sale a vivir fuera no importa el incentivo. Esta actitud queda reflejada en la siguiente copla:

Ya que el Todopoderoso

te da el garbanzo tostado para comer

y el agua del río Ganga para beber,

nunca has de marcharte de Kashi,

la morada del dios Vishvanath.

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