INSTITUTO DE INDOLOGÍA

LA POESÍA INDIA CONTEMPORÁNEA VISTA POR UN POETA ESPAÑOL

Joaquín Benito de Lucas

 

 

Cabe preguntarse al conocer el título de este trabajo sobre qué poesía india voy a tratar. Yo también me di cuenta de la amplitud del contenido del tema apenas lo elegí. Pero decidí dejarlo como estaba.

Es cierto que hablar de la poesía india contemporánea, dicho así, genéricamente, supone aclarar si es sobre toda ella, la de un país de mil millones de habitantes, sobre la que se va a hablar y si es, también, en todas las lenguas, al menos oficiales, en que la poesía se escribe en ese país, quince en total.

En este sentido conviene recordar lo que dice el profesor de la Universidad Jawaharlal Nehru de Nueva Delhi, Shyama Prasad Ganguly, y el poeta español Alfredo Villaverde al respecto en su obra India. Poesía contemporánea.

 

En principio es conveniente aclarar algunos datos sobre aspectos generales del país para entender la diversidad unificada de la poesía escrita en la India como un caso especial.

 

Y añaden:

 

El territorio indio consiste en veinticinco estados demarcados lingüísticamente. La población presenta claras huellas nacionales muy diversas. La religión, las costumbres, la forma de vida, el clima y las tradiciones son, entre otros, algunas de las cosas que más diferencian a sus habitantes.

 

Para concluir en lo que a nosotros nos interesa:

 

Hay ochocientas cuarenta y cinco lenguas de las que setecientas veinte son dialectos hablados por más de cien mil personas. Más de un 91% de la población habla uno de los veintidós idiomas principales del país que tienen la consideración de lengua nacional: El asamés, bengalí, gujarati, hindi, urdu, kashmiri, marathi, oriya, panjabi, sindhi, manipuri y konkani, hablados en las zonas del Este, Oeste, Centro y Norte, pertenecientes al grupo del lenguajes llamados indoario, hablado por el setenta y cuatro por ciento de la población total. La mayoría de ellos, de un modo u otro, se relacionan y se inspiran en el sánscrito, idioma clásico y el mayor depositario de la tradición del país. El tamil, malayálam, telegu y kannada son del grupo dravidiano y predominan el Sur.

Ante esta situación, no tengo más remedio que aclarar que mi exposición va a ser de carácter temático, espigando entre diferentes autores, de diversas lenguas, asuntos fundamentales, y buscando entre ellos aspectos que puedan determinar, aunque sólo sea de un modo general, algunas de sus características más notables.

Para ello tomaré con referencia la Antología antes citada de Ganguly y Villaverde. Ambos autores acordaron pedirme un prólogo para dicha Antología, lo que acepté con sumo gusto. En ese prólogo expongo mi impresión sobre la poesía india allí recogida y manifiesto juicios que explicaré más ampliamente a lo largo de esta exposición

Una de las características de los poetas indios contemporáneos es su destacada formación cultural. Con alguna excepción, prácticamente todos tienen una rica formación lingüística bien en idiomas de la India, bien en idiomas de occidente. Y, en bastantes casos, su formación lingüística abarca tanto lenguas occidentales, particularmente el inglés, como lenguas de su propio país.

Además, a esta formación lingüística unen los conocimientos que da la universidad, salvo alguna excepción. Casi todos han realizado estudios universitarios —muchos hasta el grado de doctor— y un número importante de ellos se han dedicado o se dedican a la enseñanza universitaria, la mayoría en universidades del país, otros en universidades de países extranjeros.

Este hecho nos recuerda a los poetas españoles que componen la llamada generación del 1927, en la que casi todos sus componentes eran profesores: Pedro Salinas, Jorge Guillen, Dámaso Alonso, Gerardo Diego, Luis Cernuda... por lo que se denominó al grupo como el de los poetas—profesores.

Por otro lado, aquellos poetas en la India que no se dedican a la docencia ocupan altos cargos en el funcionariado de país, mientras que no pocos compatibilizan la creación lírica con el periodismo escrito o radiofónico, la crítica literaria y la pintura.

Ejemplificando algo de lo dicho a este respecto, tenemos a Sisir Kumar Das (1936), poeta en lengua bengalí, que es profesor de Literatura Comparada en la Universidad de Delhi. Además de su obra lírica, ha publicado novela, teatro, crítica y traducciones de autores clásicos griegos al bengalí.

O pensemos en O. Shankar Ghosh (1932), que es profesor en la Universidad de Jadavpur en Calcuta y que une a sus publicaciones líricas libros de crítica literaria, ocupándose de temas en lengua española (la relación literaria entre Victoria Ocampo y Rabindranath Tagore).

Por poner un ejemplo de poeta más joven, citemos a Krishna Basu, poeta o poetisa, como mejor parezca, en lengua bengalí, nacida en 1947, en Calcuta, donde es profesora universitaria.

En cuanto a los poetas que ocupan o han ocupado altos cargos dentro del funcionariado podemos mencionar a Sachi Rautray, que ha sido un alto funcionario de la O.M.T. y fue presidente de la Academia de Letras de Orissa. Man Mohán Singh, miembro de los Servicios Administrativos de la India, que ha desempeñado, entre otros, el cargo de Secretario Adjunto de Cultura del Gobierno.

Y en otro sentido, incluso podemos mencionar a Shrikant Verma (1931) que, además de escritor, es político, habiendo ocupado un escaño de diputado en la Cámara Baja. Este hecho nos recuerda a Juan Van Halen, poeta madrileño nacido en 1944, quien, además de poeta, ha sido presidente de la Asamblea de la Comunidad Autónoma de Madrid hasta las últimas elecciones celebradas el pasado 15 de junio y que, actualmente, es senador de la Comunidad.

No se puede comenzar a hablar de la poesía india contemporánea sin referirse en primer lugar a Rabindranath Tagore. Con su obra lírica—fundamentalmente lírica, aunque su creación abarca también la novela, el teatro y el ensayo—, difundió en Occidente un modo de ser indio y una sensibilidad exquisita que ha reunido en su obra la problemática relación del hombre con un Dios total y con una Naturaleza divinizada. Esa manera de ver el mundo despertó el interés, cuando no el entusiasmo, no sólo en su país, sino en otros países que se interesaron por su obra, la tradujeron y la estudiaron con gran interés.

Si bien es verdad que su poesía tiende a la belleza formal y a un esteticismo alejado de la realidad más inmediata, su gran capacidad sensitiva y su concepto ético del hombre y del mundo le hacen profundizar en el alma humana para descubrir tanto su alegría como su honda tristeza producidas en más de una ocasión, no sólo por el anhelo de espiritualidad, sino también por las miserias materiales a las que se ve sometido. Él mismo definió su principal tema literario como “el gozo de alcanzar el Infinito en lo finito”.

Tagore, a pesar de representar para el resto del mundo el espíritu de la India, cuya tradición cultural y literaria conocía a la perfección, era un buen conocedor también de las letras y la cultural de Occidente y, en particular, de Inglaterra. De 1878 a 1880 residió en ese país, en el primero de sus diez viajes al extranjero. Algo más tarde, en 1912, durante una visita a Inglaterra quedó sorprendido del entusiasmo mostrado ante su obra por una serie de poetas, entre ellos Yeats. Un año después, obtendría el Premio Nobel.

Tagore fue como hombre patriota e internacionalista, y como escritor, influido por la literatura occidental y la de la India, autor de una obra—poesía, teatro, novela, ensayo— más amplia que la de cualquier otro escritor indio de categoría análoga.

Para hacernos una idea del espíritu que alimentaban sus escritos, conviene recordar que nació en 1861, tres años antes que Miguel de Unamuno (1864-1936), y murió cinco años después, en 1941. Ambos fueron defensores de actitudes esenciales del ser del hombre de sus países respectivos, aunque estos fueran muy distintos: Tagore, del ser del hombre indio; Unamuno, del ser del hombre español en una de las facetas más productivas de la generación del 1898.

En España su obra se conoció por las traducciones que de ella hizo Zenobia Camprubí. Veamos lo que dice Enrique Gallud Jardiel en su reciente obra titulada La India en la literatura española:

 

Es difícil hallar traducciones de poesía en que se conserven tanto los valores como en la de Tagore vertida al castellano por Zenobia Camprubí, esposa de Juan Ramón Jiménez (1881-1858), con quien colaboró en la traducción. Sus versiones son exactas y bellas; dejan traslucir el cuidado y el amor con que han sido llevadas a cabo. Esa labor la inicia Zenobia en 1915 con la versión española de La (una nueva y hasta 1937 su trabajo incluiría dieciocho obras del poeta indio, que se recogieron en 1955 en un cuidado volumen.

 

Para poner un ejemplo del carácter universal de la lírica de Tagore, otra de sus virtudes, en este caso relacionado con el tema religioso, vamos a leer un poema titulado Navidad, cuyo tema trata de la pasión de Cristo. El poema está fechado en 1939, dos años antes de la muerte del poeta.

 

Los que le golpearon una vez

en nombre de sus gobernantes

han vuelto a nacer en este siglo.

 

Se juntan en sus templos

encubiertos por sus vestiduras de piedad,

llaman a sus soldados: “¡A matar, a matar!” gritan;

en su rugir se confunde la música

de sus cánticos

mientras que el Hijo del Hombre en su agonía

reza: “Oh Dios

aparta de mí este cáliz de veneno amargo”.

 

En la década de los años veinte, y por razones que van más allá de lo puramente literario, surge un nuevo movimiento en torno al grupo Kallol (la Corriente rizada) que de algún modo pretende liberarse de la poesía de Tagore. Se trata de un movimiento de carácter político y social. El deseo de independencia, la difícil situación de las diversas regiones del país y el abismo existente entre una sociedad burguesa y el pueblo —en el más amplio sentido del término- sometido por la injusticia de una minoría, hacen explotar las ideas nuevas que llevaban germinando varios décadas. Movimientos e ideas marxistas cargados de compromiso social buscan por medio de la literatura “crear una nueva sociedad” más justa, lo que dará sus frutos años más tarde.

Numerosos son los poetas que se adhieren a esta corriente poética. Al contemplar el dolor de los desheredados quiere, a través del verso, devolverles la dignidad moral humillada al tiempo que apuestan por su libertad tanto moral como social.

En España ocurre un fenómeno semejante a finales de los años cuarenta y que se va a prolongar hasta los años sesenta. Los poetas más emblemáticos de esta tendencia española son, sin lugar a dudas, Gabriel Celaya (1911-1991) y Blas de Otero (1916-1979). El primero de ellos, con una obra amplísima, pretende hacer de la poesía un instrumento de fuerza para imponer los principios revolucionarios. En su poema La poesía es un arma cargada de futuro Celaya reniega de la poesía como producto de cultura para uso de una burguesía “bienpensante. Así dice en el poema antes citado:

 

Maldigo la poesía

como un lujo cultural por los neutrales

que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.

Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.

 

Y más adelante, en el mismo poema, afirma:

 

Tal es mi poesía: poesía—herramienta

a la vez que latido de lo unánime y ciego.

Tal es, arma cargada de futuro expansivo

con que te apunto el pecho.

 

Por otro lado, Blas de Otero dirige su obra contra el axioma juanramoniano de “A la minoría, siempre”, y reafirma su condición de poeta solidario con un rotundo precepto: “A la inmensa mayoría”. Y es que su obra lírica, a partir de un momento determinado (Pido la paz y ¡apalabra, 1955), tiene un sólo fin y un único destinatario:

 

Yo doy todos mis versos por un hombre

en paz. Aquí tenéis, en carne y hueso,

mi última voluntad. Bilbao, a once

de abril, cincuenta y tantos. Blas de Otero.

 

En esa orientación, que se da también en la poesía india, podemos destacar a S.H. Vatsayana “Agyeya”, poeta en lengua hindi, quien sufrió prisión por sus manifestaciones y actitud revolucionarias. Nació en 1911, el mismo año que Celaya, en Uttar Pradesh. Profesor universitario de Literatura Comparada e Idiomas, su pensamiento nacionalista lo ha expresado en numerosos libros de poemas.

Otro poeta, que escribe en lengua kannada, es M. Gopalakrishna Adiga. Más joven que el anterior —nació en 1918 (Blas de Otero nace en 1916)— y premiado como el anterior por su obra poética, ofrece en ella una postura decidida que invita a la acción frente a la quietud de su pueblo. Así se comprueba en el poema Haz algo, hermano, del que incluimos un fragmento:

 

Haz algo, hermano:

prosigue haciendo algo, cualquier cosa;

no debes estar ocioso...

...Tienes el hacha, la hoz, la sierra

y el cuchillo: ve, cosecha todo el mundo

con la rúbrica de tu mano...

 

Pero, quizá, el que adquiera el compromiso político con más decisión sea Faiz Ahmad Faiz, poeta en lengua urdu. Nace Faiz en 1911 en Siakot, el Pakistán actual. Hombre de muchas experiencias —fue soldado en la Segunda Guerra Mundial—, cuando llega el momento de la independencia de la India se traslada a Pakistán. Y, desde allí, se autoexilia al Líbano. En ese país lleva una vida dedicada intensamente a la literatura y funda una revista internacional de tendencia marxista, llamada Lotus. Algo más tarde vuelve a Pakistán donde forma parte del movimiento progresista literario y poético. En 1962 se le concede el Premio Lenin. Su obra la componen siete libros de poesía y seis de prosa. En el poema Anochecer en prisión nos recuerda sus experiencias carcelarias. Veamos un fragmento:

 

La noche desciende

silenciosamente paso a paso

bajando por las escaleras de las estrellas...

...Los árboles vagabundos del patio de la cárcel

están absortos, dibujando sus perfiles

contra el cielo.

 

Y en lo más alto del cielo, la luna resplandece con su luz “plateada”. Esa claridad celeste contrasta con la oscuridad de la tierra. “En la oscura floresta / juegan las sombras con el viento”, nos dice. Y en esa soledad, el poeta mantiene firme sus convicciones. “Los que prepararon el veneno de la crueldad / no vencerán ni mañana ni hoy”, afirma. Porque aunque “Pueden apagar las lámparas / que guían el encuentro de los amantes” —en clara referencia a la leyenda clásica de Hero y Leandro— no podrán nunca cegar la luna cuyo ojo acusador permanecerá abierto sobre la tierra.

Estos poetas, que nacen en torno a 1910, son coetáneos de los poetas españoles —nacen también por esas fechas— que forman la generación de 1936: Enrique Azcoaga, Ildefonso Manuel Gil, Arturo Serrano-Plaja y, sobre todo, Miguel Hernández (1910). En el poeta alicantino encontramos, muy especialmente, algunos rasgos de vida y obra que coinciden con los poetas indios de los que venimos hablando: marxismo (perteneció al partido comunista español y viajó a Rusia), poesía política (Campesino de España) y social (El niño yuntero) y cárcel (murió en la de Alicante en 1942), aunque las circunstancias históricas de cada país fueran distintas.

Claro está que antes que ellos Subramania Bharati, nacido en 1882 y muerto en 1921, había abierto nuevos caminos en lengua tamil a la poesía revolucionaria y comprometida valiéndose de un lenguaje sencillo y coloquial y una inspiración apoyada, en gran parte, en la tradición popular.

Esa corriente de poesía de carácter crítico, socio-política y revolucionaria se continúa en poetas nacidos de 1930 en adelante.

Tal es el caso de Laxman Bhatia “Komal”, nacido en 1936, quien escribe en lengua sindhi; fue galardonado con el Soviet Land Nehru Award en 1974.

O el de Sadama Pandey “Dhumil”, poeta en lengua hindi, nacido en 1936 y muerto en 1975. Es uno de los pocos autores que no posee estudios universitarios, según decíamos antes. Su obra lírica la comienza en 1962. En ella, desde un principio, se percibe una fuerte carga de protesta social expresada en un lenguaje tomado del habla cotidiana, sin apenas referencias a elementos culturalistas o intelectuales ya que éstos no hubieran sido comprendidos por el lector al que se dirige. Su obra fue galardonada tres años después de su muerte con el Premio de la Academia de Letras.

Oigamos uno de sus poemas; el titulado Estando acostado al lado de aquella mujer. Lo leeremos íntegramente.

 

Ahora por primera vez me he dado cuenta

de que la desnudez

es un fuerte remedio

contra la ceguera.

 

Estando acostado al lado de aquella mujer

sentí que, donde

el odio y los candiles no sirven

ya para nada y la sombra

de las palabras diluidas

se ha transformado en rostro

de algún animal salvaje,

mi poesía se alimenta

de la oscuridad y del lodo

y de la carne.

 

Para borrar el tiempo

con una raspadura

no bastan los cuerpos en su danza carnal

mientras que los rostros

permanezcan fijos enfrente de las sartenes agrietadas

de la cocina

y la noche no se torna en camino

cuando en nuestro interior

los melones quedan acuchillados

y las cabezas se petrifican

sobre las almohadas.

 

Estando acostado al lado de aquella mujer

me he dado cuenta de que la casa

está hecha de la vergüenza de pequeños intereses

en cuyo interior no se permite andar desnudo (en calzas).

 

Es hierba, es decir, miedo verde

lo que me ha obligado a pensar de este modo.

 

En estos momentos me alegra el pensar

que las dentaduras de mis vecinos

carcomidas se rompen

y el movimiento de sus muslos

como de habas marchitas

se torna pasivo, y la salud de sus ojos

se enceguece en el muro próximo.

 

Estando acostado al lado de aquella mujer

(cuando de repente

frente a la casa en la oscuridad

las campanas se han quedado en silencio)

he sentido que la condición del ser humano

no es otra que su irremediable sino

al volverse carne desnuda que se desmorona en polvo

y en mi interior existe un cerebro cobarde

que me protege y es el único heredero

de mis neuronas.

 

Otros poetas siguen la línea de compromiso social, el de la primera parte de su obra, como Subhash Mukhopadyay, en lengua bengalí, nacido en 1919, quien en su poema Mi tarea dice:

 

Quiero poner en pie

latidos de palabras

 

Quiero que abran sus ojos

todas las sombras.

 

Quiero hacer caminar

al cuadro siempre inmóvil

 

No quiero

que me llamen poeta.

 

Hombro a hombro, al unísono,

hasta el último día

caminar quiero.

 

Y al fin, puesta mi pluma

junto al tractor

quiero decir a todos:

Ahora que he terminado,

compañeros,

prended la llama última

de la incineración.

 

Para que veamos lo próximo que están a veces ciertas ideas poéticas en autores de diversas lenguas y diferente cultura, vamos a leer unos versos de Blas de Otero en los que se observa también la idea de que al compás del son de la palabra poética camina todo el Universo:

 

Pueblos, ríos de España, acudid

al papel, andad

en voz baja bajo la pluma; álamos

no os mováis de la orilla

de mi mano.

 

La poesía testimonial conduce a un tipo de lenguaje y de temática marcados

por cierto prosaísmo. Tal es el caso de otro poeta en lengua tamil, Gnanakoothan, quien desarrolla en el poema titulado Del hijo a la madre una idea muy próxima a la del poema de Gabriel Celaya titulado Biografía. Pero lo que en el poeta español es pesimismo vital, en el poeta indio se resuelve en ternura. Celaya hace una enumeración esquemática, algo cínica, de lo que es la vida, la suya, y, posiblemente, la de cualquier hombre. Gnanakoothan habla a su madre de las mentiras piadosas que ésta le dijo para procurarle la felicidad. Y en lugar de reprochárselo, le pide que le siga mintiendo, porque ese engaño es la mejor prueba de su amor.

Dice Gnanakoothan:

 

Me dijiste, si te acercas demasiado a las chicas

tus oídos se secarán y se desprenderán,

si eres travieso

Dios te dejará ciego, me dijiste.

Cuando te preocupabas por lo que comía,

todo esto es malo para tu estómago, me dijiste.

Te necesito en intercambio

para aventar el salvado, me dijiste.

¡Qué cantidad de mentiras, Madre,

me dijiste cuando yo era joven!

¿Qué te hizo parar?

¿Has visto desecarse mi inocencia?

¿O pensaste

que he sido llamado a sobrevivir en la verdad?

Quizá en tu pensamiento

las mentiras para los que van camino de ser adultos

estaban más allá de tu comprensión

y las remitías al gobierno

y al mandato de la ley.

No me gusta.

Desátame, Madre, cuando quieras

pero aliméntame de tus mentiras

eternamente.

¿Tú me has querido siempre, no es verdad?

 

Celaya, más escueto, más rotundo, sintetiza todo un proceso vital a base de expresiones comunes y de advertencias rutinarias:

 

No cojas la cuchara con la mano izquierda.

No pongas los codos en la mesa.

Dobla bien la servilleta.

Eso, para empezar

 

Extraiga la raíz cuadrada de tres mil trescientos trece.

¿Dónde está Tanganika? ¿Qué año nació Cervantes?

Le pondré un cero en conducta si habla con su compañero.

Eso, para seguir.

 

¿Le parece a usted correcto que un ingeniero haga versos?

La cultura es un adorno y el negocio es el negocio.

Si sigues con esa chica te cerraremos las puertas.

Eso, para vivir.

 

No seas tan loco. Sé educado. Sé correcto.

No bebas. No fumes. No tosas. No respires.

¡Ay, sí, no respirar! Dar el no a todos los nos.

Y descansar: morir.

 

Pero no toda la poesía india contemporánea camina por estos derroteros. Se escribe también una poesía intimista como la que hace la poetisa en lengua assamesa, nacida en 1933, Nirmalprabha Bardoloi quien, además de su obra en verso, escribe guiones cinematográficos y novelas. Veamos su poema Amanecer, lleno de intuición y belleza.

 

¿Rompe el día

con sonido estridente de cañones?

 

No.

 

Rompe el día con el trino

de aquel pájaro

que va horadando

la oscuridad de la noche

muy lentamente.

 

También encontramos una poesía expresionista y rehumanizadora, de un cierto tremendismo en la expresión, en Manglesh Dabral, poeta en lengua hindi, muy joven, nacido en 1948. Su poema La muralla blanca comienza del siguiente modo:

 

En la ciudad, su blanca y extensa muralla

vive sin mancha ni mensaje.

Uno puede escribir en ella

su dirección completa,

se pueden dibujar

los rostros de los muertos más queridos;

la fría estadística de cadáveres (según

los datos últimos),

la crónica del siglo que termina,

todo puede encontrar su archivo en la muralla.

 

Dámaso Alonso, nacido en 1898, poeta y profesor perteneciente a la llamada generación del 1927, escribe en el primer poema de su libro Hijos de la ira (1944):

 

Madrid es una ciudad de más de un millón de cadáveres

(según las últimas estadísticas)...

 

Aunque los poemas de Dabral y de Dámaso Alonso son distintos en su desarrollo, no cabe duda de que el arranque de ambos obedece a una intuición semejante y coinciden en una serie de términos como “ciudad”, “cadáveres”, “datos estadísticos”. Mientras que el poeta indio ve la ciudad todavía virgen, en cuya atmósfera limpia puede escribirse su historia por hacer, el poeta español hace una relación desesperada de todas las miserias que ésta encierra.

Un tema del que todavía no hemos hablado y que es frecuente en la poesía india, como no podía ser menos, es el amoroso. Evidentemente, los poetas indios actuales lo han tratado en abundancia. Ya hemos visto un poema, el del poeta en lengua hindi, Dhumil, en el que el motivo existencial se mezcla con el amoroso.

Veamos ahora un breve poema del poeta, también ya citado, Nissim Ezekiel (1924). Ezekiel es un poeta en lengua inglesa, licenciado en esa misma lengua por la universidad de Bombay y profesor en dicha universidad. Es un gran viajero que conoce países de Europa, Asia y América a los que ha viajado para dar lecturas de su obra poética. También es editor de Indian Pen, autor teatral y el más prestigioso de los poetas indios que escriben en inglés. El poema al que nos referimos se titula Dando razones:

 

Ella me dio

seis buenas razones

para decir NO,

y luego sin ninguna razón

fueron cayendo una a una

con sus vestidos.

 

Preciosa síntesis de encuentro amoroso, con una enorme economía de lenguaje y un final sorprendente. Detengámonos un momento en el poeta de lengua inglesa y bengalí Prittish Nandy. Representante de la poesía joven india, nace en 1947 en Bihar, tiene, no obstante, publicada una extensa obra compuesta por más de cuarenta libros de poemas. Además de su condición de poeta es fotógrafo, diseñador y editor. Asimismo ha traducido poetas bengalíes al inglés y ha editado numerosas antologías de la poesía india. Por otro lado, ejerce el periodismo, en cuyo campo ha conseguido un gran prestigio. De este poeta tomamos un poema titulado precisamente Amor.

El tema amoroso es uno de los temas que necesita un tratamiento más cuidado por lo abundantemente que se prodiga en todas las literaturas. Con razón Rilke aconsejaba en sus Cartas a un joven poeta que éste tratara de evitar escribir sobre el amor ya que apenas se podían manifestar ideas originales en este tema. Sin embargo, Nandy, en el poema que nos ocupa, ofrece una visión nueva al enfrentarse al amor en su tercera embestida, concluyendo el mismo con un novedoso final. Leamos el poema:

 

La tercera vez es siempre más difícil.

Así me lo habían dicho.

 

La primera vez no sabes nada. Tu inocencia

es tu fortaleza. La segunda vez estás herido

y prevenido. Pero la tercera vez, amigo mío,

es cuando te coge por sorpresa. Y por lo tanto,

tan plenamente vulnerable.

 

Y fue durante la tercera que ella entró

en mi poesía.

 

Pero las palabras no pueden vivir tu vida

por ti. Un hecho del cual nos damos cuenta,

tarde o temprano. Mas como soy un poeta

tardé un poco más en enfrentarme a esa verdad.

 

Así, cuando la vida me maduró, un atardecer

de luz crepuscular de otoño, la agarré del pelo

y la arrastré hacia el límite de la selva,

donde quedó a merced de la lluvia, del silencio,

y de recuerdos imborrables.

 

Porque era viernes, cuando las palabras

surgen mejor del interior de sus creadores.

 

Junto al carácter metapoético de esta composición, observamos un tono de ironía con que el sujeto poético enumera sus sucesivas experiencias amorosas: La primera marcada por la inocencia; la segunda, por el dolor y la cautela, y la tercera, por la madurez y la experiencia. En esta última, la amada es como una pieza de cacería en manos de su depredador. Y, sin embargo, percibimos una gran ternura, al tiempo que belleza expresiva al dejar a la amada en el límite de la selva “a merced de la lluvia, del silencio / y de recuerdos imborrables”. La lluvia como besos, el silencio como intimidad, los “recuerdos imborrables” como tesoro de la memoria.

También con referencias metapoéticas se nos presenta este poema de Amrita Pritam, poetisa en lengua panjabi, titulado Encuentro de su libro Poemas de amor. El prestigio de esta poeta es muy grande en su país, habiendo sido traducida a varias lenguas de la India y al inglés. Tiene escritos varios libros de poemas y ha obtenido numerosos premios. Veamos el poema:

 

Años después

nos encontramos casualmente

vibrantes

como un poema...

 

La noche caía sobre nosotros.

Algo seguía vivo del poema,

lo demás en otra parte...

 

Al alba

volvimos a encontrarnos

como dos pedazos de papel.

 

Tome su mano con la mía.

Él me agarró del brazo.

Nos echamos a reír

y con brutal frialdad

censuramos el poema.

 

Vida y literatura que dijera Dilthey. Vida y poesía. Experiencia y poema. He aquí ese viejo dilema planteado y resuelto con gracia y originalidad.

Con el ejemplo de Amrita Pritam hemos llegado al final de este paseo lírico por la poesía contemporánea de la India andado por un poeta español. Unos echarán en falta algunos nombres; a otros les habrá parecido excesivo el número de poetas mencionados en este trabajo. A unos y a otros pido disculpas. Sólo me queda añadir el placer y el gozo que he tenido preparando este trabajo y la certeza que me ha quedado de que en la India la poesía goza de una excelente salud tanto por el número de poetas como por la calidad de sus obras.

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