INSTITUTO DE INDOLOGÍA

LA OPOSICIÓN BUSCA SER RELEVANTE EN LA INDIA

Vasant G. Gadre

Rector de la Universidad de Hyderabad

 

 

Tras dos derrotas rotundas en las elecciones nacionales de la India (2014 y 2019), los partidos de oposición pertenecientes a la izquierda y a las llamadas fuerzas liberales y progresistas están organizando protestas violentas en contra del gobierno sobre la enmienda a la Ley de Ciudadanía (CAA, por sus siglas en inglés). La CAA fue promulgada por el presidente de la república india tras haber sido aprobada por las dos cámaras del parlamento indio. Temiendo la irrelevancia política, dichos partidos están cínicamente llevando a cabo, con el apoyo de la prensa nacional e internacional de orientación ideológica idéntica (El País, por ejemplo), una campaña llena de calumnia y analogías absurdas, incitando protestas violentas.

Pero, ¿cómo se incita a la gente a protestar? ¿Cómo se fabrica la indignación por una enmienda a la ley que formaba parte del manifiesto electoral del BJP (partido del pueblo indio, no hindú como lo traduce El país en un artículo “Democracia en peligro” del 25 de diciembre)? ¡Llamándola islamofobia! ¡Diciendo que los musulmanes perderán su ciudadanía! ¡Diciéndole al mundo en general que el Primer Ministro Modi está en su camino de convertir a la India en una nación hindú, en el que el islam no tendrá cabida!  Siguiendo los razonamientos de los adversarios de la enmienda, El País alega que ésta «utiliza la adscripción religiosa como criterio para admitir como inmigrantes legales a los extranjeros llegados a India, de forma que solo los musulmanes queden excluidos». Todo lo que hace la CAA es facilitar que las minorías religiosas (hindúes, budistas, jainas, sijes, cristianas, zoroastrianas) perseguidas en Pakistán, Afganistán y Bangladesh se conviertan en ciudadanos de la India. ¿Por qué los musulmanes no forman parte de la enmienda? Porque las tres son naciones mayoritarias islámicas y las mayorías no son perseguidas. Los musulmanes llegados de estos tres países pueden también pedir y recibir la ciudadanía india siempre que cumplan con las disposiciones existentes bajo la ley. A los adversarios de Modi no les importa que todo lo que hace posible la CAA es reducir a la mitad el número de años necesarios para que las minorías religiosas, huyendo de la persecución religiosa en dichas naciones islámicas, se conviertan en ciudadanos de la India. En la CAA no existe ninguna disposición en virtud de la cual la gente pueda perder su ciudadanía india. De hecho, la enmienda no se aplica en absoluto y para nada a los ciudadanos indios, sean hindúes o musulmanes. Siendo éste el caso, ¿cómo lograr que la gente salga de sus casas a protestar? Pues, es fácil para las fuerzas liberales y progresistas llamar autocrático y totalitario a Modi y pintarle con colores nazis.

En su columna, “India quiere ser Pakistán”, Lluís Bassets de El País expele veneno sobre “la actual Unión India, gobernada por el Bharatiya Janata Party, la formación liderada por Modi”, afirmando que éste quiere convertir a la India “en una nación exclusivamente hindú”. Bassets no reconoce que uno de los principales propósitos de la CAA es abordar algunas de las cuestiones que han seguido a la Partición de la India en 1947. La India se declaró no confesional, república laica, pero Pakistán no hizo lo mismo. La naturaleza de los refugiados que cruzaron a la India después de 1947, huyendo de la opresión islámica, fue determinada por el tipo de sociedades creadas en Pakistán y más tarde en Bangladesh. El abrumador número de refugiados eran hindúes, sijes y budistas. Se vieron obligados a escaparse de esas tres naciones islámicas no por su política, sino por su fe. Reconocer que fueron acosados porque profesaban una fe distinta a la del islam equivale a ser discriminatorio y antisecular en los ojos de los críticos de Modi. Es una lógica extraña. Al reconocer que un bando se comporta de manera intolerante y discrimina a la gente por no ser musulmana, el gobierno de Modi es tachado de ser discriminatorio contra los musulmanes. Lógica completamente absurda y extraña. También hay que recordar que los refugiados huyeron de esos tres países permanentemente y las posibilidades de que regresen son nulas. Para ellos la India es su hogar por defecto. ¿No debe reconocerse la naturaleza de este éxodo? ¿Debería ocultarse en una ola de corrección política y llamarlo éxodo laico cuando fue categóricamente éxodo religioso? ¿No deberían recibir la ciudadanía india?

En su editorial, “Sectarismo en la India”, El País afirma que la CAA es una “nueva demostración de sectarismo por parte del primer ministro Narendra Modi, del Partido nacionalista Bharatiya Janata Party (BJP), que cada vez deja más claro que pretende alejarse del espíritu integrador de los fundadores de la India moderna, empezando por Mahatma Gandhi, y gobernar solo para la mayoría hindú”. Sería oportuno recordar a dicho periódico lo que dijo el mismo Mahatma Gandhi antes de lograr la India su independencia sobre el tema de las minorías:  si las minorías no pudieran vivir en Pakistán, “el deber de la provincia contigua a este lado de la frontera será aceptarlas con ambos brazos y extenderles todas las oportunidades legítimas”. En una carta, Mahatma Gandhi escribió: "Los pobres hindúes, que emigrarán debido a la opresión, sin duda serán alojados en la India". Jawaharlal Nehru, otro fundador de la India moderna, aseguró al Parlamento el 5 de noviembre de 1950 que "no hay duda, por supuesto, de que a las personas desplazadas, que han llegado a establecerse en la India, habrá que darles la ciudadanía. Si la ley es inadecuada a este respecto, la ley debe ser cambiada". Siendo este el caso, ¿con qué cara se opone el Partido del Congreso a una enmienda de este tipo ahora? La gran mayoría de los ciudadanos indios que dio una mayoría absoluta a Narendra Modi en 2019 se pregunta: ¿por qué no se hizo esto antes? ¿Por qué la India, en gran medida bajo el gobierno del Congreso desde la independencia, hizo la vista gorda a la insoportable situación de las minorías en las tres naciones islámicas?

El editorial de El País agrega que Modi “también lanzó un programa de revisión de ciudadanía en el Estado de Asam (NRC, por sus siglas en inglés), que podía convertir a dos millones de musulmanes indios en apátridas”. Es un buen ejemplo de cómo distorsionar la verdad. Según Wikipedia, la última actualización del NRC para Assam, publicada el 31 de agosto de 2019, contenía unos 31 millones de nombres de los 33 millones de habitantes. Así, efectivamente, dejaba fuera a casi dos millones, pero no todos eran musulmanes. De los casi dos millones, 0,5 millones eran hindúes bengalíes, 0,7 millones eran musulmanes y el resto parecen ser locales e hindúes del norte de la India. ¿Lanzó Modi el programa de revisión de ciudadanía en el estado de Assam? No. Fue Rajiv Gandhi, el primer ministro del Partido del Congreso quien había firmado en 1985 el Acuerdo de Assam con los líderes del Movimiento de Assam para la preparación del Registro Nacional de Ciudadanos en el Estado de Assam, tras feroces protestas exigiendo la detención, el despojo y la deportación de inmigrantes ilegales de Bangladesh en Assam que duraron seis años.  Después de los fallidos intentos débiles del gobierno del Partido del Congreso, la Corte Suprema de la India ordenó en 2013 la preparación del Registro Nacional de Ciudadanos para Assam con tal de que los nombres de los inmigrantes ilegales pudieran ser eliminados de la lista de electores. Esta lista fue preparada a instancias de la Corte Suprema de la India y no fue una iniciativa del gobierno de Modi. No existe el derecho de infiltrarse. Cada nación protege sus fronteras, distingue entre refugiados e intrusos y hace leyes para otorgar la ciudadanía a los extranjeros. Pero colarse en el país y adquirir tarjetas de elector con sigilo no es legal, ni aceptable.

Otro artículo en El País quiere hacer creer a sus lectores que la democracia está en peligro en la India. Hay que recordar a Lluís Bassets, el autor del artículo del 25 de diciembre, que en 2019 el BJP ganó más del 50% del voto popular en una decena de estados y ganó 303 (necesitaba 272 para la victoria) de los 542 escaños y, junto con sus aliados en la Alianza Nacional Democrática, ganaron 352 escaños. Fue la primera vez desde la victoria de Indira Gandhi en 1971 que un titular renovó la mayoría absoluta de un solo partido.  Lluís Bassets hará bien en recordar también que la única vez que la democracia fue estrangulada en la India independiente fue en 1975, cuando el Partido del Congreso, bajo Indira Gandhi, declaró el estado de emergencia por un período de 18 meses. Durante gran parte de la emergencia impuesta por Indira Gandhi, la mayoría de los opositores políticos de Indira Gandhi fueron encarcelados y la prensa fue censurada. En una democracia existe por supuesto el derecho de protesta. Y, en la India actual, hay protestas organizadas todos los días. Pero, ¿una protesta violenta en la que, además de lanzar piedras, los manifestantes quemaron trenes, autobuses, coches, motocicletas y destruyeron la propiedad pública y hasta templos hindúes? ¿Es así como protestó el Mahatma Gandhi contra los ingleses? En la revolución total, el objetivo soñado de la ultraizquierda de la India, no pueden faltar los estudiantes y, por supuesto, hubo protestas de estudiantes universitarios y, en las protestas estudiantiles de dos universidades musulmanas de Delhi y de Aligarh, hubo eslóganes y gritos provocativos pidiendo la libertad de los hindúes y de cavar la tumba del hindutva en el pecho de Aligarh, donde está ubicada la Universidad Musulmana de Aligarh. Los manifestantes hasta usaron bombas de gasolina y armas de fuego fabricadas localmente y resultaron heridos centenares de policías, de los cuales 57 sufrieron heridas resultantes de disparos.  Ante protestas violentas así, la policía no puede asumir el papel de espectador silencioso. Con moderación, ha de controlar eficazmente la violencia perpetrada por la turba de manifestantes. Y esto es precisamente lo que la policía logró hacer. La prensa nacional e internacional no se ha dignado a censurar la violencia de la turba violenta, pero, en cambio, ha tratado de decir que eran manifestantes “pacíficos” cuya voz fue brutalmente reprimida, a instancias del gobierno del BJP, por la policía que causó la muerte de 23 personas. En cambio, en un clásico ejemplo de dobles estándares, la misma prensa “liberal” había condenado enérgicamente la violencia, incendios y disturbios causados por los seguidores de Ram Rahim Singh, jefe de una secta religiosa, quien había sido declarado culpable en un caso de violación. La misma prensa censuró en ese instante a la policía a pesar de que 31 personas habían muerto por disparos de la policía. Y, por supuesto, la policía y el gobierno del BJP fueron criticados por su incapacidad de controlar a los manifestantes.   

Está claro que en cuanto a la CAA, Narendra Modi cuenta con el apoyo masivo de los que le dieron a su gobierno una mayoría abrumadora en las elecciones nacionales de 2019, en las que los llamados partidos liberales y progresistas, que además llevaban la "máscara secular", sufrieron la segunda derrota consecutiva.  La segunda victoria de Modi era una señal de que la India había entrado una nueva etapa en la que los llamados líderes laicos y liberales no más podrían dividir a los hindúes sobre la base de la casta, para combinarlos con los votantes musulmanes y permanecer así en el poder.

El “hindutva” es la esencia de la doctrina del BJP. Y, ¿qué es el “hindutva”?  Traducido literalmente, significa “la esencia del hinduismo”. ¿El hinduismo político? En un pleito relacionado, la Corte Suprema dictaminó en 1995, mucho antes de que el BJP se convirtiera en una fuerza importante en la política india, lo siguiente: no se puede atribuir un significado preciso a los términos ‘hindú’, ‘hindutva’ e ‘hinduismo’; y ningún significado abstracto puede limitarlos a conceptos estrechos de sólo la religión, excluyendo el contenido de la cultura y las herencias de la India… el hindutva está relacionado más bien con la manera de ser del pueblo del subcontinente. Ante este veredicto de la Corte Suprema, es difícil entender cómo el ‘hindutva’ puede ser equiparado o identificado con la intolerancia religiosa fundamentalista. Se debe preguntar a El País si cree en serio, que India quiere ser Pakistán. Se concede generalmente que la India es laica porque, a diferencia de Pakistán, Bangladesh y Afganistán, es un país con mayoría hindú.

La buena gobernanza de Modi durante sus primeros cinco años (2014-19), el aumento de la estatura de la India en el foro global, la lucha contra la corrupción y contra el terrorismo tanto de la ultraizquierda como el llevado a cabo por los islamistas con el apoyo de Pakistán y el mensaje de Modi de “La India primero” / “El país ante todo” fueron aplaudidos y bien recibidos por el pueblo indio en las elecciones de 2019. Lo preocupante a raíz de las violentas protestas contra la CAA es la unión, en pura desesperación por el poder político, de las llamadas fuerzas progresistas liberales con la ultraizquierda y el movimiento panislámico global. Para muchos en la India, la independencia significó también la partición de la antigua tierra de la India en dos países en base religiosa: por una parte, Pakistán, para los musulmanes; y, por otra, la India, supuestamente para los hindúes. La Liga Musulmana que representaba a los musulmanes, mantuvo que los hindúes constituían una nación y que los musulmanes constituían otra y que los musulmanes no podrían convivir en ninguna circunstancia con los hindúes. Pakistán se convirtió en una república teológica islámica, pero la India no quiso ser un país hindú y dijo que sería un país laico. Jinnah, padre de la nación de Pakistán, supuestamente dijo que Pakistán nació el día que llegara el primer musulmán a la India hace más de mil años. La actitud y la disposición detrás de dicha declaración representa la amenaza más seria del separatismo y del fundamentalismo islámico para la India en el siglo XXI. Los musulmanes prefirieron olvidar que la gran mayoría de ellos también compartían con sus hermanos hindúes la herencia rica de esta tierra antigua. Para ellos, el hecho de que habían decidido aceptar el islam significó mucho más que la herencia compartida de miles de años.

El doctor B.R. Ambedkar, arquitecto de la Constitución de la India, escribió: “El islam es una corporación estrecha y la distinción que hace entre musulmanes y no musulmanes es una distinción muy real, muy positiva y muy alienante. La hermandad del islam no es la hermandad universal del hombre. Es la hermandad de los musulmanes sólo para los musulmanes. Hay una fraternidad, pero su beneficio se limita a los que están dentro de esa corporación. Para aquellos que están fuera de la corporación, no hay nada más que desprecio y enemistad. El segundo defecto del islam es que se trata de un sistema de autogobierno social y es incompatible con el autogobierno local porque la lealtad de un musulmán no depende de su domicilio en el país que es el suyo, sino de su fe. Para el musulmán ibi bene ibi patria es impensable. Dondequiera que haya el gobierno del islam, está su propio país. En otras palabras, el islam nunca puede permitir que un verdadero musulmán adopte a la India como su patria y considere a un hindú como su familiar y su amigo”.

La unidad hindú-musulmana era un objetivo que el Mahatma persiguió con gran dedicación a lo largo de su vida. ¿Tuvo éxito en esta misión? Solía ignorar las invectivas que le fueron lanzadas por los políticos y la prensa musulmanes. Pero, ni siquiera un hombre de tan buena voluntad como el Mahatma Gandhi logró persuadir a los defensores de la teoría de las dos naciones. Los izquierdistas no tenían ningún respeto para el Mahatma Gandhi durante su vida. Pero el difunto Mahatma se ha convertido en un gran activo para ellos y para la gente de su jaez. Las fuerzas liberales y progresistas destacan el hecho de que el Mahatma fue asesinado por un hindú. Pero convenientemente ignoran que fueron los hindúes en general quienes siempre lo adoraban y estaban a su lado de manera incondicional. Los gandhianos, que afirman haber heredado el mensaje del Mahatma, evitan a todos aquellos que se enorgullecen de la historia y el patrimonio hindúes. Nunca se molestan en recordar que el Mahatma Gandhi era un hindú orgulloso, con una profunda fe en el Sanatana dharma (conocido ahora como hinduismo). Su sueño era el de establecer el Ram rajya (el reino del dios Rama) en la India independiente.

Modi, que trabaja incansablemente y que duerme sólo unas cuatro horas diariamente, tiene muchos logros en su haber. El mandato electoral de 2019 puede ser visto como una reafirmación del compromiso del pueblo con el nacionalismo. De alguna manera, dicho mandato electoral fue una respuesta a todos sus críticos, tanto nacionales como internacionales, que habían llamado a Modi una figura divisiva. El mandato fue el más amplio e inclusivo en apoyo de la idea nacionalista de la India. Narendra Modi es visto por el pueblo de la India no sólo como otro primer ministro cualquiera, sino como un hombre de fuerte voluntad, con un sentido de propósito y determinación, líder visionario y transformador. Nada menos que construir una Nueva India es su objetivo. Con toda la pobreza que aún prevalece en el país, a pesar de haber logrado la independencia hace 72 años, el camino hacia la transformación no será fácil. La corrupción, tan arraigada, no ha desaparecido; sigue siendo alta. Pero, gracias a Modi, la corrupción se está combatiendo con más fuerza que antes. Ha desaparecido prácticamente en los niveles más altos de la política; en la burocracia ha disminuido de forma significativa. Otro problema será el aumento en la población. Si no se frena el aumento de la población, como lo hizo China con medidas drásticas, el paso hacia el desarrollo deseado se dificultará. El proceso de la globalización ha resultado en que la política también se haya globalizado. Tres poderes mundiales se pugnan por el rumbo que ha de tomar la humanidad: el Mundo Libre, la Izquierda global y el Panislamismo. El desafío al que se enfrenta Modi es si puede llevar a la India a emerger como un país capaz de dar forma a su propio destino y emerger como un importante actor mundial. Para que eso suceda, Modi tendrá que mantener a raya a las fuerzas desestabilizadoras que operan en el país a través de diversos medios. Hasta ahora ha demostrado que no es el peón en manos de nadie. Es de esperar que el sueño de Modi de que todo el pueblo, independiente de consideraciones religiosas y de otra índole, acepte su visión de “La India primero” y “El país ante todo”, y triunfe ahora en el siglo XXI cuando, en 1947, incluso el Mahatma Gandhi no pudo evitar la partición de la India y la creación de Pakistán.

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