EL FESTIVAL HORNBILL
COSTUMBRES DE UN PUEBLO TRIBAL Y REMOTO
Susana Ávila
Más allá de la India, al otro lado de Bangladesh, cruzando el sagrado río Brahmaputra, las tribus Nagas viven su presente, avanzan hacia el futuro y preservan su pasado.
Se trata de grupos aborígenes que se ubican en el noreste de la India, frontera con Birmania (hoy Myanmar) hacia donde se adentran algunas de estas tribus, pero la mayoría viven en Nagaland –nombre muy significativo y para el que no han necesitado discurrir mucho–, uno de los veintinueve estados que componen la Unión India, aunque poco –más bien, nada– tengan que ver con sus compatriotas.
Se dice que la India guarda muchas sorpresas y esta es una de las más notables. Los Nagas no son indoeuropeos, su etnia busca sus orígenes en la raza mongoloide y tibetana, tampoco son hindúes pues sus creencias tribales se han diluido, con la llegada de misioneros a finales del siglo XIX, hasta constituir una mayoría cristiana baptista.
Nagaland es uno de los estados menos poblados de la India y el 85% de esta población está constituida por estos grupos tribales.
No es nada raro ver en sus aldeas antenas parabólicas o que cada uno de sus miembros lleve teléfono móvil en mano y deportivas de marca o imitación, pero gustan celebrar sus festividades y preservar su historia, por lo que cada tribu tiene sus días señalados en el calendario. Pero desde comienzos de este siglo comenzaron a celebrar un festival de festivales, en el que, durante diez días, se dan cita todos los grupos para evocar sus tradiciones. Dan a este festival el nombre de Hornbill, como el pájaro que habita las selvas existentes en el sudeste asiático y que en español conocemos como cálao.
El lugar de reunión es Kisama, un enclave muy próximo a Kohima, la capital del estado de Nagaland, donde han construido el Naga Heritage Village, un espacio en el que cada tribu tiene construida una casa típica de su cultura en la que muestran su artesanía, sus utensilios habituales, sus espacios. Y estas construcciones están dispuestas más o menos geográficamente como están sus respectivas poblaciones. Además una gran explanada rodeada de gradas es el escenario en el que cada día, de los diez que dura el festival, bailan sus danzas tradicionales.
Es un festival de ellos y para ellos.
El Hornbill es un escaparate de la vida y cultura del pueblo de todas las tribus Nagas en el que se quiere preservar la tradición, hasta un cierto punto. Y ese punto, esa línea roja, la marca su historia. Antiguamente, los Nagas fueron cazadores y guerreros reconocidos por su fiereza, y «no había mejor momento –me decía uno de ellos con una sonrisa socarrona– que las noches de luna llena cuando salían a cazar…», luego te enteras que lo que iban a cazar no eran aves o venados, sino al enemigo, al vecino, cuya cabeza amanecía colgando del árbol totémico a la entrada del pueblo o en la plaza principal, simbolizando el poder del vencedor.
Estas costumbres permanecieron inalteradas durante siglos, al tiempo que era desconocida la existencia de estos grupos, hasta que la colonización británica de la India los expuso a la luz pública. Su valor y cualidades guerreras fueron un apoyo muy importante al ejército aliado durante la Segunda Guerra Mundial y en Kohima tuvo lugar la batalla decisiva que bloqueó el avance japonés.
Evidentemente hoy en día no se lucha, ni se “caza”, ni se cortan cabezas en escaramuzas con aldeas enemigas. Esta práctica y la consiguiente conservación de los cráneos fue prohibida en los años cincuenta. Actualmente viven de la agricultura, especialmente del arroz, y el festival transcurre en buena armonía. Incluso es un momento de interaccionar, de confraternizar unos y otros. Los jóvenes se conocen y se enamoran, pues ya no es tabú que miembros de una tribu se casen con miembros de la tribu vecina. Entre sus costumbres nupciales no figura la provisión de la dote de la novia como en otros lugares de India, pero lo que no debe faltar es que el novio compre un buey lo más gordo posible para invitar a muchos amigos y vecinos durante la ceremonia.
Mientras que los jóvenes están solteros viven en unas construcciones particulares de madera y bambú, llamadas morung, una para los chicos y otra para las chicas, y las abandonan cuando se casan y empiezan a vivir en pareja.
Cada tribu tiene su traje característico e identificativo, frecuentemente adornado con plumas del pájaro hornbill. Como este material escasea y los pájaros, por muy sagrados que quieran ser, no se dejan desplumar, los nagas hacen copias con papel recortado y durante el festival se ven alternados penachos con plumas reales y otros con las de papel cortado y pintado
Cada día, al acabar la jornada, numerosos camiones y autocares acuden al recinto del festival a recoger a los participantes que se retiran a descansar hasta el día siguiente en que empieza el espectáculo.
En un mundo tan globalizado cuesta creerse que existan rincones y actividades tan auténticas, lejos –todavía– de la mirada del turista. Apenas pude cruzarme con algún mochilero y los guiris que acuden son de las regiones circundantes: Arunachal Pradesh, Assam, Manipur, Meghalaya… Todo ello genera que los nagas sean gente amable, sin prejuicios, avanzando con el tiempo tecnológico que les ha tocado vivir, pero encantados de posar en cuantas fotos se les requiera y presumir con orgullo de su tradición.